LA TELARAÑA: la filosofía del burdel

sábado, septiembre 12

la filosofía del burdel

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Ante la amenaza de una mayor presión fiscal cree que las Administraciones deberían prescindir de sus televisiones públicas?





No. Ya dije, no hace mucho, que el maravilloso y singular hexapartito que nos gobierna -qué valor, cuánto eufemismo- no merece sólo dos televisiones sino seis –seis plomizas cartas de ajuste, seis Champions, seis Fórmulas 1, seis telediarios, seis camas redondas donde darse el palique, seis nichos de mugre ecológica y coral, seis pláticas de distinto sesgo, etnia y sexo (pero no lengua, que lengua no hay más que una y grande y libre: la catalana), seis ombligos donde anestesiar el ego, seis lupanares donde remover las ideas- para demostrar, así, la levedad de sus puños al aire frío de Rodiezmo, su ritmo arcaico de sardana, su correfoc de gases pérfidos, su carga submarina de material susceptible de ser imputado (y pronto, además), su afán globalizador, su milagroso haz de roles. Algo así dije, entonces, y no vale ir cambiando, sin más, de opinión. Adelante con las televisiones. El problema es otro.

Ahorrar no consiste en gastar menos sino en gastar mejor y ceñir la contabilidad estratosférica, y patafísica, del dinero público -como en un juego de manos donde no importa el lustre del sombrero ni el flequillo del encapuchado de turno (Antich, por ejemplo) pero sí, y mucho, la magia de saber burlar las apariencias: la realidad es lo que hay, pero también la interpretación de su efímero aspecto- a un severo balance entre lo imprescindible y lo superfluo, lo útil y lo accesorio. El yo, el ello y el superyó. Nada menos.

Se trata, pues, de la depuración urgente de todo lo que es afeite o maniobra política, peaje a la usura dialéctica del poder y su reparto de cargos y galardones, cuestaciones y prebendas, comisiones de vicio y sumisión, liturgias lingüísticas, designaciones digitales, aliteraciones analógicas, funciones y disfunciones: el ritual sofista y seductor del látex. Una espiral de infamia que asemeja un tornado y acaba, sin remisión, convirtiéndose en un reguero de aguas sucias dando sus últimas vueltas hacia el desagüe de la realidad, en su vertiginoso sumidero.

Así, pues, que dejen las televisiones donde están y que empiecen a volatizar conserjerías. Primero las de UM, antes que se las funda Munar como sólo ella sabe y puede hacerlo. Tiene experiencia. Luego todas las del Bloc, antes que ERC o el PSM las conviertan en embajadas de la UNICEF o algo peor. Con lo que queda les basta y sobra. O mejor dicho. Nos basta y sobra.

Etiquetas: