Hospital de incurables
La Telaraña en El Mundo.
Hablando, días atrás, con José Carlos Llop sobre la poesía del Premio Cervantes, José Emilio Pacheco, recordamos la apostilla -«¿Quieres ser escritor o estrella mediática?»- del poeta mexicano a modo de aviso para navegantes literarios. «No pienso ponerle video a mis libros», le dije, con sorna inocente, mientras la risa nos vencía, como si el Gran Colisionador de Hadrones hubiera iniciado su subterránea carrera de cuadrigas y el mundo se abriese -quizá sólo para nosotros y sólo un instante-, para celebrar su oscuridad con la algarabía de una traca de explosiones en busca del agujero negro de la vida, esa poética entraña.
Pero si ya sentimos, bajo nuestros pies, el cosquilleo de ese simulacro de partículas enloquecidas, otro Big Bang, el de los ladrones expandiéndose, empieza a tomar cuerpo en las vitrinas de los Tribunales, imitando las superproducciones que nunca vimos, pero pagamos, en ninguna televisión de Mallorca.
Lo empeoró Francesc Buils, con dos frases lapidarias: "Todo fue por el bien ciudadano". "La Fiscalía quiere acabar con el nacionalismo". Será por eso que nos visitaron, uno tras otro, Pujol y Carod-Rovira, para envolver con el mismo papel de periódico el chorizo de su Estatut. Algo huele a podrido (y no es en Dinamarca) cuando un curso de catalán vale más, a efectos administrativos, que un doctorado. Esta Iglesia no se tiene en pie. Parece un hospital de incurables.
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