La estadística del caos
La Telaraña en El Mundo.
Bajan los días, perplejos, con la mayoría de la prensa catalana dando lecciones de identidad primigenia -la identidad sumergida en los mínimos intelectuales más repulsivos- o de nacionalismo empresarial, ese híbrido de dictadura étnica y consorcio que, mientras finge valor, teje cómodas redes, lechos de corrupción y molicie donde caer de pie, si van mal dadas, o sacar pecho si es al contrario, que lo será, y el Tribunal Constitucional (al que el gobierno tribal de Antich mira también de refilón, vaya mirada, cuánto cinismo y miedo) cede a la presión y se traga comas, puntos, tildes y frases subordinadas, y consiente en leer lo que otros desean y no lo que está escrito. Pura elipsis.
Todo anda, pues, turbio y, acaso, errado. En un reciente estudio de la UIB no parece que a los alumnos isleños les demanden por su visión de la vida, su umbral filosófico o, en definitiva, sus incertidumbres. No, nada de eso.
Les preguntan si fuman o beben y cuándo y cuánto, o si cortejan con la droga y así, con esos estigmas, crean dédalos de porcentajes y conclusiones donde lo obvio es que hacen lo mismo que casi todos a su edad. Ahora no sé si colegir, con alegría, que aquellos polvos trajeron estos magníficos lodos o si aceptar, resignado, que repetir errores y multiplicarlos es, desde siempre, nuestro sino. Tanto me da. Esa realidad es de pega. Como las consultas soberanistas del PSM, por ejemplo.
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