LA TELARAÑA: la marca de la Bestia

lunes, noviembre 23

la marca de la Bestia

La Telaraña en El Mundo.



Regreso al silencio litúrgico de la isla sabiendo que bajarse de una nube es poco menos que imposible. La nube ya no sólo nos cubre con su manto de algodón o plomo, sino que nos envuelve, con firmeza, allá donde estemos. Y podemos estar en muchos sitios a la vez. Del lado de la cordura, sí, pero también del que pende sobre un frívolo abismo en llamas, del que atesora brotes de arte y del que los malgasta en la feria mediática donde los antiguos bufones son, ahora, los reyes del mambo. Que siga, pues, sonando su música.

La nube es, además, el lugar donde nos aguardan nuestras pertenencias. El mundo informático anda revuelto con los indicios -ya circulan versiones falsas- del nuevo sistema operativo de Google -Chrome OS-, un presunto enjambre de archivos y programas alojados en el nido virtual de un nombre de usuario y su contraseña. Quizá sea la versión postmoderna y sostenible de aquellas sietes llaves bajo las que quisimos guardar el universo, sin suerte.

Pero hay nubes aún más terribles. La de Sitel, por ejemplo, que nos acerca a un futuro de asfixia. O la de los 666 propietarios del Luis Sitjar, ese cuño satánico contra el que puede fenecer una de las pocas ideas brillantes de Aina Calvo. El gran resplandor, no obstante, se lo llevan los cirros de Munar y su asombrosa teoría de una conspiración de Núñez para dejarla en evidencia. Esta mujer es un artefacto radioactivo. O casi.

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