LA TELARAÑA: La familia de Frankenstein

sábado, febrero 6

La familia de Frankenstein

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Antich y Armengol están capacitados para terminar la legislatura?


No. Una legislatura con la sombra afilada y retorcida de María Antonia Munar presidiendo -la señora, a modo de impresentable señera- la mesa principal del Parlament, sólo podía acabar como está acabando, es decir, como un desembarco frenético en los calabozos, o mazmorras, de la ignominia, como una de esas interminables colas del hambre con el fogonazo del fotomatón, en vez del humeante plato de lentejas, por único destino, como un alud de basura camino -igual que los elefantes en su último viaje- del vertedero, ese lugar de desguace, liposucción y, quizá, de saludable reciclaje.

Pero Antich y Armengol tienen demasiado que reciclar. Tanto el Govern como el Consell nacieron tatuados con la marca indeleble de la corrupción, con las herencias del pasado consolidándose en el presente y tomando posiciones cara al futuro. El tiempo no es ninguna sucesión física, o química, de compartimentos estancos. Allí el pasado, aquí el presente, allá el futuro. No, el tiempo es otra cosa. Y este instante que ahora nombro mantiene sus conexiones con el que fue y anticipa el que será. Todo en uno y todo a la vez. El viejo juego de los vasos comunicantes. La evidencia de que no se puede hacer nunca borrón y cuenta nueva definitivos, de que la inercia de las conductas delictivas atraviesa el frágil hilo de las legislaturas y las convierte en una sucesión cíclica de cataclismos, en la repetición, más o menos disimulada, de lo mismo: el eterno retorno de la podredumbre. Hay que airear ese pozo negro y sin fondo, sí, pero cómo hacerlo, si los protagonistas son los que fueron y no hay más cera que la arde y en esta hoguera hasta las cenizas huelen a mafia, a reunión de malhechores, a garito de tahúres, a flor de la esperanza desbrozada, hundida en el estiércol, en el lodo, en el vacío, en el lucro. ¿Hace falta, ahora, que hable sobre la imposibilidad de lo imposible? Ni soñarlo.

Toda esa mierda -con perdón- flota en estos momentos a la vista de todos. Se exhibe como si fuera una modelo de pasarela. Con todo su glamour y su crudeza, con sus garras y fauces depredadoras, pero, también, con su mirada oblicua y esquiva, su arrepentimiento improbable y quizá fingido. Esta legislatura está muerta porque nació muerta. Y resucitar un cadáver sólo puede engendrar un monstruo, un híbrido de pesadilla y sueño, un Frankenstein sin más humanidad que sus costuras a jirones.

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