La gramática del poder
La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que el cambio de siglas de UM será suficiente para recuperar la credibilidad?
Sí. En un mundo donde las cosas apenas sí cambian y, cuando lo hacen, sólo cambian de nombre para seguir siendo como son (en muchos casos, porque no podrían ser de otra forma), un simple trueque de siglas puede obrar milagros. Es cierto. Oh, sí. Lo digo muy en serio. Tanto, que no sé cuántas razones y sinrazones tendría de afirmar y refutar -todo a la vez: puro ejercicio dialéctico a imagen y semejanza de la peor política, una sesión de megalomanía o un pasa palabra legislativo- para que ustedes dejaran de creerme. O me creyeran. Ya sé que la fe, mueva montañas o valijas, es tan demoledora como indemostrable. Pero no busco ni necesito acólitos.
Con todo, recuperar la credibilidad que nunca se tuvo -y esa cuestión no es ajena al debate: no hay rotonda sin escapatorias ni polémica sin tangentes- deja, de esta manera laica y gramatical, de ser un imposible para convertirse en un milagro palpable, en una mutación bíblica, en la prueba carnal de que la palabra fue, al principio, lo que un cúmulo de nubarrones a una tormenta, un presagio a tener muy en cuenta, el perplejo Eureka del que encuentra su identidad bajo un par de sílabas y se las queda y hace suyas. Suenan tan hermosas como el primer trueno. O tan reveladoras como el primer rayo. Al menos, si no te cae encima y te chamusca de por vida, que todo es posible en este mediocre reino (o república) de las apariencias, los eufemismos y los intereses propios, comunes o cruzados.
Los nombres de UM se me antojan, los actuales o los futuros, un querer y no poder. Una extrapolación en busca del más difícil todavía, convertir algo sin más entidad ideológica que unos pocos tópicos -el nacionalismo moderado, la raza mallorquina y la lengua- en una nueva cuenta corriente que llenar lo más rápido posible. No les fue nada mal, es cierto, hasta que se les hundió el chiringuito y a Munar, como a Nadal y a su prodigiosa corte de testaferros, secretarias y validos, les empezaron a salir cuentas pendientes, peajes en rojo y vuelos atrasados. Vale. Ahora quieren remozar la fachada, cuando lo que está podrido es el andamiaje. Buena idea. Así es como se las gastan los partidos políticos y exigirle otra cosa a UM -o a la entidad que la sustituya en breve- es como observar el cinismo de la OCB, por ejemplo, al apoyar una cadena humana contra la corrupción, sin echarse a reír. Son de una ordinariez exquisita.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
En cualquier caso es buena idea, le confieso que nunca he podido evitar relacionar por similitud sonora a los uemitas con los ummitas y a UM con UMMO...incluso aún temo ver a la mam esgrimiendo un rayo verde o que la venga a rescatar una nave nodriza, con logotipo de Chanel claro.
Sí, mejor que las cambien.
Son muy botijos;-P
Publicar un comentario
<< Home