LA TELARAÑA: El látigo lingüístico

lunes, noviembre 29

El látigo lingüístico

La Telaraña en El Mundo.


Repaso mi currículo como el que observa un paisaje sin más sentido que el que uno quiera darle; es decir, ninguno. Me alivia, con todo, constatar que el paso de tiempo nunca me deparó la necesidad o el apremio –esas leyes las debiera dictar el mercado, pero no es así: lo hacen los políticos- de poseer algún voluminoso certificado de catalán.

No lo poseo, como tampoco lo tengo de español, inglés o francés, que son –obviando el latín y el griego escolares- los pocos idiomas que, en algún momento, he estudiado con más interés y esfuerzo, huelga decirlo, que éxito. Pero así son las cosas de resbaladizas y etéreas. Incluso sin el estratégico don de lenguas -firmado oficialmente y sellado, al menos, por sextuplicado- podría haberme pasado unos meses ejerciendo de telefonista en el glorioso cuerpo de Bomberos del Consell de Mallorca, con sólo tirar de mis amistades en ERC y de mi ánimo, lo más incendiario posible. La llama de la lengua, como la olímpica, necesita que la aviven con codicia y sin desmayo. Hasta con látigo, si hace falta.

En ello está –despedida, al parecer, la funcionaria bombera- el ilustre Consell de la Lengua intentando implantar la Ley del Cine en Catalán en nuestros cines vacíos. Pues que hagan lo que quieran. No voy nunca al cine, ni siquiera los lunes. Y menos hoy, que echan el Barça-Madrid en el bar de la esquina. Puede ser el colofón a las elecciones de ayer. O no.

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