LA TELARAÑA: El puente de plata

sábado, febrero 5

El puente de plata

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la dimisión de Jaume Font puede perjudicar al PP?

 No. Y además no se me ocurre por qué iba a perjudicarle cuando vivimos -y bien que lo sufrimos en casi absoluto, frenético silencio- en un sistema electoral de listas cerradas, de grupos parlamentarios monolíticos, prietas las filas y atentos todos, como un solo hombre (o como ninguno) a la orden de votar en masa, en manada, torrencialmente, ahora sí, ahora no, y ojo al que la pifie, que los números son los números y la mayoría es la verdad que vale, la verdadera, y ya habrá tiempo de desgañitarnos, luego, después o nunca, con los matices y hasta de pintarrajearlos, según convenga. Y así una sesión entre las cariátides y luego otra. Hasta cuatro años o mejor ocho, quién sabe si doce, dieciséis. La eternidad entera.

Con todo, resulta lógico que alguien como Jaume Font, es decir, un afiliado notorio y activo de la OCB, ese camposanto o necrópolis de la libertad, ese rascacielos o cortijo de la subvención, no se encuentre muy a gusto con el cariz que, según se intuye, Bauzá quiere implantar en su partido. Pero no hay problema. A enemigo que huye, puente de plata o algo así o lo que haga falta. Seguro que vuelven a encontrarse en las curvas. ¿Dónde si no?

Lo digo, porque es muy probable que el Sr. Font, en su pleno derecho, monte al fin alguna cuadrilla de nacionalistas más o menos tornasolados -o de regionalistas empedernidos-, y se convierta (¡él, que, en tiempos, ya lograra resucitar hasta a los muertos!) en el gran muñidor de la desaparición de UM. No nos parecería mal, en absoluto, sino fuera porque sabemos que las vidas de UM pueden ser tantas, al menos, como sus infinitas reencarnaciones. Así se escribe el futuro y se siembran sus penurias. Las nuestras.

Hay una franja estrecha entre los dos partidos mayoritarios y colarse en esa tierra de nadie, en ese lugar límite y en esa aduana, permite jugar a los peajes y al simulacro de las contraprestaciones. Hoy contigo. Hoy contra ti. Y suma y sigue, que no hay jorobados sin joroba, que no se deleiten o, al menos, no se entretengan, con la lasciva superstición de frotar ahí el boleto, la papeleta, el plan territorial o la monserga que se quiera, con tal de tentar a la suerte y arrimársela. A la suerte, a la joroba, a la bisagra reluciente, al chirrido del poder compartido por obra y gracia de las matemáticas o de la propia debilidad. Suficientes ejemplos ya hemos padecido. Creo que demasiados.

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