LA TELARAÑA: El huerto de Antich

viernes, abril 29

El huerto de Antich

La Telaraña en El Mundo.

No sé si la situación es tan nueva como se dice o si, al contrario, es la de siempre, y sólo han cambiado los matices. Ya no sólo somos seres vivos, sino también, y sobre todo, ridículos hologramas, oblicuas proyecciones recortándose en la niebla de los monitores, espectros de la lluvia ácida de Matrix en busca del maná de las afinidades, cómplices lujuriosos de la empatía de un mensaje en Facebook o del mísero lujo gramatical de los 140 caracteres de Twitter. Nos basta con tan poco, que eso es lo que somos. Vacío. Diáspora. Algo de polvo, y todo el ruido posible, alrededor de un lugar invisible.

Pero es ahí, en ese lugar etéreo, donde ahora se gestan todas las campañas electorales. Internet. Las redes sociales. La era de un avatar que nos sustituye y usurpa del todo. La era en que nos seduce cualquier perfil borroso, un currículo de vapor y humo, la embriaguez ante la propia imagen, la pantalla en su punto de nieve y el mando a distancia en las alas de un ratón inalámbrico.

Así sabemos, por ejemplo, que Francesc Antich -Xisco, para sus amigos virtuales- tiene un huerto en el que acaba de plantar pimientos, cebollas, calabacines y otras hortalizas. La noticia nos alivia y, a la vez, nos enoja. Pensábamos que su huerto sería un solar, pero no. Es un oasis de brotes verdes en el solar baldío de estas islas arrasadas por su legislatura. Y la de sus impresentables socios, por supuesto.

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