LA TELARAÑA: Creación y destrucción

viernes, julio 15

Creación y destrucción

La Telaraña en El Mundo.

Antes de construir, lo primero es destruir lo que estorba, lo que está enquistado y nos quita el aire y oprime y ciega, lo que no sirve ni como cimientos ni alcanza, tampoco, el valor memorable de las ruinas. Esa es una premisa que conocemos muy bien, desde siempre, los que batallamos, metáfora a metáfora, con las palabras y las ideas, los que naufragamos en los arrecifes del lenguaje, los que aceptamos, en definitiva, que habremos de perecer, tarde o temprano, en mitad de esa agonía y de ese fracaso que, mientras tanto y no por azar, son los que, valga la paradoja, nos mantienen, aún, con vida. Pero pensamos que merece la pena. Lo sabemos.
Por eso ya voy empezando a despedirme, con todos los honores posibles, de los carriles bici de las Avenidas. Ayer mismo, en un alarde de euforia casi suicida, los crucé como una docena de veces, esquivando algunos ciclistas, tan silenciosos e invisibles, que se me antojaron espectros recorriendo, en sueños, el sol y las ruedas de la tarde, los espejismos del asfalto, la frágil línea que separa el atropello del encontronazo.
Espero, también, poder despedirme, en breve y a lo grande, de algunos de los profesores -aunque, por desgracia, no de todos- que dejaron las aulas para convertirse en estibadores políticos de una Consellería que ha heredado un paisaje educativo en el que escribir o leer con un mínimo de corrección es, por ahora, una entelequia.

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