Los daños colaterales
La Telaraña en El Mundo.
No enciendas la
luz, dicen que dijo Bin Laden, un
instante antes que le alcanzara la luz de la metralla, el rayo definitivo que cerró
sus ojos y que, al menos, nos los debiera haber abierto un poco a nosotros.
Pero no fue así. Nadie encendió la luz y así seguimos, a oscuras, debatiéndonos
entre la crisis y el rechazo a la gestión de la crisis, la falta de soluciones
y el alud de protestas, renuncias, deserciones.
Es sólo el
paisaje tras la batalla, diríamos, si la guerra hubiera acabado, pero no. La
guerra sigue y los daños colaterales nos asolan a diario, en los recortes de
sueldos y, ay, nos dicen, de derechos, en el paso atrás que damos cuando era un
paso adelante lo que ansiábamos. Ya se sabe cuánto nos gustan los suicidios
colectivos o la ceguera de no querer ver el abismo a un sólo paso. O menos.
Pero las
metáforas ya nos fallan. Un repaso a las cifras económicas de las Islas es una
invitación al espanto. Hay culpables, claro, y encima son los que más rezongan,
pero da igual. La cola del paro es más larga que la vía de cintura. Hay que
cerrar hospitales y endeudarse, no para invertir, sino para pagar deudas. Hay
que aguantar las dentadas del odio -y hasta los expedientes fantasmas del SOIB-
cuando ya se presienten las del hambre. En cosas así pensaba cuando me topé, en
San Miguel, con unas chicas repartiendo abrazos gratis. Todo un alivio. No pude
negarme.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home