Las columnas del humo
La Telaraña en El Mundo.
Escribir con un
trancazo de mil demonios encima es como hacerlo en mitad de una tormenta. Así,
entre rayos y truenos, siempre queda el consuelo de enviar al paredón a todos
los fabricantes de aire acondicionado que se me ocurren, que no son pocos. Esa
brisa artificial es tan de mentiras -y nociva para la salud- como las recetas
de algunos políticos metidos, ay, a malabaristas financieros de una economía
que no parece atender a las previsiones de nadie. Será que hay alguna
turbulencia que se nos escapa.
Pero, mientras
tanto, toso compulsivamente y sé, o presumo, que la infección se expande igual
que el universo. Crecerá hasta cierto punto y luego se contraerá para
convertirse, lentamente, en un simple mal recuerdo. O en un aviso, a escala
humana, de lo que bulle, quizá, en todo el espectro de la vida. O de lo que
llamamos vida, sin saber si lo es. Debe serlo. ¿Qué otra cosa podría ser?
Con todo, estoy
barajando otras mil soluciones. No sé si expropiarme las narices o nacionalizar
mis excrecencias. No sé si someterme a la lujuria de los eurobonos de la
multinacional farmacéutica de turno o si ceder a un pacto homeopático de
solidaridad, civismo y ética. Me pasa con ciertas palabras que no sé si dicen o
si quieren decir. Es entonces, ahora, cuando enciendo el cigarrillo y me digo
que si la columna ya está hecha, bien me merezco un descanso en su bruma. En su
humo.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Te desearía mejoría pero viéndote tan inspirado casi que deberían esconderte los gelocatiles ;-)
jejejeje Gracias, Marian!
Publicar un comentario
<< Home