La casa de todos
La Telaraña en El Mundo.
Es verdad que cada uno decora su casa como quiere. Si es que
hay casas de alguien, como cantaba Jaume
Sisa, con la voz rota, y todos los héroes de los comics y tebeos, todos los
protagonistas, en definitiva, de nuestro universo cultural, desde Jaimito y los
Reyes Magos hasta Frankenstein, Drácula y Tarzán, desde King Kong hasta el
Capitán Trueno, desde Charlot, Obélix, Bambi y Moby Dick hasta Popeye iban
desfilando como si la ficción y la realidad fueran la misma cosa que, por
supuesto, son, y no existiera otro lugar mejor en nuestras vidas donde todos ellos
pudieran reunirse que en nuestra propia casa, entre nuestros libros y
recuerdos, nuestra pizarra arrasada de garabatos de tiza, nuestra mesa del
comedor repleta de migajas de pan abandonadas, nuestro escritorio convertido en
un puzle inmenso donde cada día colocamos una pieza nueva y desechamos otra u
otras, porque el paisaje de la existencia va cambiando con nosotros y hay que
atender a las mutaciones y exigencias, al futuro que se nos abre una y otra vez
cuando alguna vía parece cerrársenos para siempre. No hay problema, todo se
abre y se cierra de continuo: quizá para que no nos aburramos.
El que no parece aburrirse es Aligi Molina. El concejal de Igualdad ha convocado un concurso, con
un presupuesto de ocho mil euros, ahí es nada, para realizar un grafiti que
sirva para rendir homenaje a las camareras de piso que trabajan en la capital
balear. Hay que reconocer que este hombre está en todo. Las más de treinta mil
camareras de pisos que trabajan, precaria y sudorosamente, en Palma tendrán de
este modo su rinconcito privado en la estación de la calle Antas de Ullà, en el
Arenal, y podrán, tal vez, peregrinar hasta ahí para consolarse de sus penas
con la prueba irrefutable del cariño que el Ayuntamiento así les demuestra, con
unos grafitis pagados con el dinero de todos.
Así va pasando, como pasa casi todo en esta vida, esta
legislatura larga y también tediosa, esta legislatura ideológica y también nacionalista,
estos años de brindis al sol continuos y también voraces, esta legislatura
donde lo único que se ha intentado es demoler Sa Feixina o dejar Palma sin
terrazas o acabar de una vez por todas con el turismo, esta legislatura donde a
falta de obras y servicios hemos padecido una sobredosis de gestos y
declamaciones, una insolación tumefacta de poder o la pesada broma, en fin, de
ver cómo se intenta convertir la realidad en un artefacto sobre el que cada
intervención nos cuesta lo que no tenemos sin que, por desgracia, nada cambie
ni tampoco mejore, sin que nada se solucione en alguna medida, sin que nada ni
nadie coja los cuernos de la existencia y se diga que esta lidia hay que
torearla aunque no nos gusten los toros. O, aunque nos gusten, qué caramba.
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