LA TELARAÑA: La película de Ibiza

viernes, mayo 4

La película de Ibiza


La Telaraña en El Mundo.



 Yo puedo escribir un libro y titularlo “El árbol de Teneré” sin haber estado nunca en esa orgullosa encrucijada de caminos situada en algún lugar del Sahara, en Níger. En realidad, lo hice hace unos seis años y ninguna autoridad dromedaria de la zona, ningún jeque de las caravanas del desierto, ningún tuareg administrativo de las dunas de arena, nadie, repito, se me ha quejado por usar el nombre de Teneré en vano. De hecho, los nombres están para eso, para ser usados, para ser pronunciados o escritos una vez y otra hasta que acaben perdiendo su contexto original, hasta que formen parte significativa de nuestra vida, hasta que sean una palabra más del catálogo de palabras que manejamos como si fuésemos sus albaceas o administradores únicos; los dueños, en fin, de las palabras. ¿Qué otra cosa podríamos poseer que fuera más valiosa y volátil, más íntimamente ligada a la respiración y al burbujear de las entrañas, a la fonética personal de la existencia?

 Viene todo esto (viene o va, porque quién sabe cuándo se despereza la memoria) porque el Consell de Ibiza, hace unos días, acusó de fraude a la película "Ibiza" de la plataforma Netflix por usar el nombre de la isla sin haberla rodada en ella, sino en Croacia. Con todo, parece que los productores de la película pidieron apoyo institucional al Consell, pero este no se lo concedió por la mala imagen de la isla que daba. Todo va, pues, de márquetin y contraprestaciones, de compra y venta de derechos. Todo va, por supuesto, de aquella manera.
 Pero estuve hace unos años en Dubrovnik, Croacia, y la verdad es que me pareció estar realizando un auténtico viaje al pasado, a los paisajes de Mallorca, Ibiza o Formentera hace algo así como medio siglo, cuando yo era un niño y el turismo empezaba a ser lo que hoy es y la especulación urbanística invadía las costas y las laderas de las dunas de arena justo hasta ahí mismo donde rompe la espuma del mar y el niño que fui construía castillos de arena contra la marea y el paso del tiempo. Esos castillos ya no existen.
 Me importa muy poco lo que pueda narrar la película que algunos podrán ver, si les place, en Netflix. En estos momentos escucho la música de Pink Floyd mientras visiono “More”, la película que dirigiera en 1969, Barbet Schroeder. Yo no sé si fue subvencionada por las autoridades locales del momento. Supongo, imagino que no. Sin embargo, si queda algo de Ibiza en las cinematecas del futuro será precisamente “More”, una película que sí se grabó en Ibiza, que muestra su hermosa ciudad amurallada, pero también la mirada alucinada de aquellos pioneros contraculturales que fueron, sin duda, los hippies. De aquellas ilusiones rotas a estos magníficos lodos de hoy en día no va casi nada. Sólo matices. Sólo un infinito universo de matices.




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