LA TELARAÑA: La materia de los sueños

viernes, mayo 18

La materia de los sueños


La Telaraña en El Mundo.



  

 Esta noche pasada tuve un sueño bastante extraño. Soñé que hace millones de años (debiera escribir millones de años-luz, pero la verdad es que uno no sueña los conceptos que no acaba, físicamente, de comprender) en alguna galaxia muy, muy, lejana unos hombres lanzaron al espacio una cápsula conteniendo todo lo necesario para recrear la vida humana allá donde las condiciones fueran mínimamente favorables. Esos hombres sabían, quizá, del poco tiempo de existencia que les quedaba o de la precariedad ecológica o de la conflictividad social de su planeta, fuera como fuera y allá donde estuviera; sabían, tal vez, que su civilización empezaba a declinar sin remisión y decidieron, acaso, encomendar su propio destino a que la naturaleza o el azar les diera una segunda oportunidad en otro lugar y en otro tiempo.
 En nuestro lugar y en nuestro tiempo, pensé y repensé, mientras daba vueltas, realmente inquieto, bajo la levedad insoportable de las sábanas, y me acechaba la idea de que aquellos hombres (y también mujeres, aunque sea una vulgar redundancia decirlo) del sueño eran, de alguna manera, nuestros antecesores más directos, nuestros dioses o padres creadores, los seres míticos de los que unos y otros, de los que todos, absolutamente descendemos.
 Con esta idea y otras igual de confusas y también de herméticas rondándome la cabeza llegué, no negaré que algo agobiado, a la hora púrpura en la que el día toca, finalmente, a rebato y el orden manifiesto de las cosas se vuelve puntual, placentero y obsesivo. Levantarse, desayunar, leer la prensa, repasar, oblicuamente, las redes sociales, atender al correo y dejarse invadir por el agua lenta de la ducha y por los ruidosos preparativos del día que comienza, inexorablemente, cada día.
 Todo comienza y acaba cada día. Y cada noche los sueños nos invaden: no sabemos ni podemos prevenir cómo. La verdad es que me gusta que así sea. Yo no sé, ahora, si los hombres del sueño que soñé anoche son reales o sólo son el fruto desolador de observar la realidad y no terminar de creérsela. Tanto racista suelto y orgulloso, además, de haberse conocido, tanto supremacista absolutamente desatado, tanto nacionalista a la caza y captura administrativa del territorio de todos, tanto populista atentando contra la inteligencia de las cosas, tanta discriminación lingüística y tanta miseria espiritual y también económica igual me obligan a buscar los dioses que nos faltan, los dioses que nunca tuvimos, en el abismo insondable, en el páramo infinito y sumergido, gélido, en la oscuridad interior de eso que llamamos sueños sin saber muy bien de qué material están hechos. La realidad como los sueños. O como nosotros mismos.


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