LA TELARAÑA: flores rotas

lunes, mayo 19

flores rotas

La Telaraña en El Mundo.



En mayo de 1968 tenía once años. Imagino al lector sacándome las cuentas pero no hay apuro, siempre cuadran. No puedo, pues, impartir ningún magisterio memorístico sobre el tema sino sólo evocar cómo, unos seis años más tarde, el eco de las barricadas repletas de flores nos empezó –universitarios recientes- a brotar del aliento como si viviéramos en un tiempo demorado y desde la alforja de los sueños una alarma desconocida buscase despertarnos con urgencia.

Lo hizo, pero a medias, como todo en esta vida. Aprendimos a ser más libres pero no, tal vez, a ser mejores. Hay tareas que requieren una vida entera y muchas revueltas sucesivas y al fin, mutiladas, como ese mayo francés que nos llegó tarde y quizá mal, porque España dormía un sueño demasiado profundo y para domar pesadillas hay que estar despiertos. Absolutamente.

Vuelvo a la actualidad. A Biel Janer Manila le sigue pasando algo. Acaba de publicar un libro con un pie en la luna y otro en las tinieblas. Nada menos. Lo grave es que en esa despatarrada postura se le están agitando las tripas y no tiene otra de manejar sus gases que soltándolos en una entrevista en la que, de nuevo, se reinterpreta. El mandarín doliente de los reinos perdidos destripa su ingenio y dibuja Mallorca repleta de pequeños fascismos. «Microfascismos». Describe a sus enemigos –él sabrá quiénes- como de bajo nivel. «Microenemigos». Y al mundo como algo de lo que hay que reírse cada día. Más le valdría empezar por reírse de sí mismo y dejar que todo ruede según su naturaleza, pero qué va. Vive rodeado de espejos y le duele tanto lo que vislumbra, acaso el silencio de los antiguos aduladores, que cuando no llora, berrea o alza su perfil amargo como un mártir en un mundo mínimo –un «micromundo» muy mallorquín, rodeado por todas partes de sutiles amenazas- en el que sólo distingue verdugos y víctimas. La realidad es más compleja que esa dualidad y tan ruin es identificarse con unos como con otros. Pero hay cosas que no merecen ni ser explicadas.

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