LA TELARAÑA: los símbolos

viernes, julio 4

los símbolos



La Telaraña en El Mundo.



Me resulta curioso, pero aleccionador, asistir al espectáculo tentacular que se establece entre la realidad y sus símbolos. Todos somos seres simbólicos, pero parece que algunos mucho más que otros. Ese contraste nos enriquece aunque, en ocasiones, parezca dividirnos. No es así, sólo añade un valioso punto de incertidumbre y confusión y tumulto a la existencia. Les aseguro que nunca he sentido nada -y nada, aquí, quiere decir absolutamente nada- ante ningún himno ni bandera, pasado o presente y espero que futuro. Ni aceptación ni rechazo. Ni emoción ni asombro ni repulsión ni nada de cuanto parece arreciar alrededor. ¿Ataraxia? ¿Falta de serotonina, esa substancia que nos hace más o menos sociables? ¿Algún presagio interior sobre la esencia de lo real? Pues ni idea, pero no me quejo. Disfruto sólo con las cosas que -cuando y solamente en el momento en que- me gustan. Luego las olvido. No parece tan difícil.

Lo anterior no impide –sino al revés, refuerza, quizá con el ardid de una sutil paradoja- que vibrara de forma intensa con el triunfo de la selección española en Austria. Si la realidad es un andamio de vínculos por sobre el vacío último que, pese a todo, intuimos en las cosas, uno bien puede escoger su propio sendero sin entrometerse en los ajenos. Hay caminos para todos. Más de los que nos sugiere, al menos, Carles Manera, un economista sin otro recurso que la fe en los tópicos de siempre: la solidez de nuestra economía, el cántico inviolable del sol y las playas. Con recetas así hasta me olvido de que ha subido la factura de la luz y se hace difícil proseguir estas líneas a la luz de las velas. O a dos velas.

Mientras tanto el gobierno local –siempre con la rectora Casas de becaria adjunta- hace lo único que sabe hacer. Viajar a los fondos abisales de una Cabrera virtual a bordo de un navío fenicio… hundido. Esta inmersión es sólo una metáfora o una réplica de otra más asfixiante, la inmersión lingüística, que nos convierte en pecios de un mar en ruinas.

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