LA TELARAÑA: el esperpento

viernes, octubre 17

el esperpento



La Telaraña en El Mundo.



El esperpento –nada que ver, aquí y ahora, con Valle-Inclán, Quevedo o algunas pinceladas de Goya- tiene una resbaladiza y sombría tradición entre nosotros. Tengo pruebas, pero no sé cómo mostrarlas sin seguirles el juego –siquiera un lance más, otra suerte de propina emboscada- a los sectarios que sustentan su alboroto, que lo alimentan y luego nos lo arrojan a la cara como si se tratase de una cruz desaparecida o de unos cadáveres sin honra, del caos que empieza en la garganta y acaba nublando el cerebro, del estruendo de una ristra de latas anunciando el paso de un cortejo –nupcial o fúnebre o ambas cosas- recorriendo, sin luces ni brújula, la ciudad desierta y huérfana en sus horas más muertas.

 Francina Armengol y Joana Lluïsa Mascaró –y su séquito, la metralla del CIM- han conseguido superarse y si los Premios Mallorca a la creación literaria nacieron como pretexto para lucir la ortopedia de algún político –en especial de Munar- ahora son el más logrado de nuestros esperpentos domésticos. Han conseguido rebajar la creación artística al claustro vicioso de un par de guetos, la literatura en catalán y la escrita por mujeres. Yo sé poco de géneros y nada –absolutamente nada- del sexo de los autores que admiro, de las líneas que venero, de los versos que me rondan, de las estrofas que me estremecen cuando la larga vigilia o el breve sueño empiezan a vencerme. Pero todo eso ya no importa. ¿Cómo podríamos perseverar en el morbo?

 Podríamos, acaso, visionar los últimos engendros de Garci y Cuerda –“Sangre de mayo” y “Los girasoles ciegos”- por citar dos maneras opuestas y, así, idénticas en su voluntad de desbocar, grotescamente, los absurdos de la memoria hasta rimarlos con alguna que otra parcela interesada de la realidad, ese misterio al que tanto le duele la manipulación. Podríamos, también, tragarnos alguna tertulia de IB3 o de [M]. Podríamos, en fin, no hacer nada y obviar, hastiados, su rumor a alcantarilla, a desagüe, a sumidero. Lástima de sinónimos malgastados.

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