los logotipos
La Telaraña en El Mundo.
Quizá la vida sea como un desfile de logotipos, una voluble exhibición de símbolos que, más allá de su razón de ser, tienen la intención de mostrarnos no sólo sus cualidades efectivas sino, también, sugerir las ocultas y hasta las inexistentes. Tengo pruebas. Anduve días atrás por Berlín persiguiendo la huella auténtica de su antiguo muro. Explicarlo no es fácil, porque cuesta digerir todo lo que el ojo ve o la piel siente. Se escapa el aire, el latigazo del hedor, el desgarro de la asfixia. No obstante, la encontré en el estallido de grafitis que lo inundan, igual que en el silencio opresivo del laberinto de lápidas del Memorial del Holocausto. Se puede escribir en los muros –en todos- y abrir, con palabras rotas, grietas donde atisbar otro mundo y hacerlo nuestro para siempre.
Alguna vez pedí lo imposible sin conseguirlo y hasta creí en la necesidad de perseverar en esa fe y su absurda, pero hermosa, aventura. Pero el tiempo pasa y los imposibles se archivan. IB3 se ha gastado seiscientos mil euros en un logotipo idéntico al de una empresa de interiores. Aquí el gasto es lo de menos porque en algún siniestro asiento del balance hay que aparcar el despilfarro. Me molesta más la arbitraria costumbre del ente –ese híbrido donde lo público y lo privado son la misma voz ventrílocua de UM- de dejarnos sin el cine de Canal 9 cuando le place. Son como la SGAE y sus bodas grabadas, su voluntad de monopolio, su insaciable usura. ¿Son Oms? Bueno, también.
Ahora recuerdo varios escaparates berlineses con la traducción del último libro del catalán Ruíz Zafón y pienso en la feria de Frankfurt. Sonrío. Hablo con las azafatas de Air Berlín y constato que no saben catalán ni castellano. Estoy por ofrecerles mis servicios como pareja lingüística o invitarlas a un fiel café por la lengua, pero no hace falta. Todo eso ya lo hace la OCB con las subvenciones del gobierno, con flequillo, de Antich y el del fino Montilla. A mí me basta con que el avión aterrice sin problemas. Y así ocurrió.
Quizá la vida sea como un desfile de logotipos, una voluble exhibición de símbolos que, más allá de su razón de ser, tienen la intención de mostrarnos no sólo sus cualidades efectivas sino, también, sugerir las ocultas y hasta las inexistentes. Tengo pruebas. Anduve días atrás por Berlín persiguiendo la huella auténtica de su antiguo muro. Explicarlo no es fácil, porque cuesta digerir todo lo que el ojo ve o la piel siente. Se escapa el aire, el latigazo del hedor, el desgarro de la asfixia. No obstante, la encontré en el estallido de grafitis que lo inundan, igual que en el silencio opresivo del laberinto de lápidas del Memorial del Holocausto. Se puede escribir en los muros –en todos- y abrir, con palabras rotas, grietas donde atisbar otro mundo y hacerlo nuestro para siempre.
Alguna vez pedí lo imposible sin conseguirlo y hasta creí en la necesidad de perseverar en esa fe y su absurda, pero hermosa, aventura. Pero el tiempo pasa y los imposibles se archivan. IB3 se ha gastado seiscientos mil euros en un logotipo idéntico al de una empresa de interiores. Aquí el gasto es lo de menos porque en algún siniestro asiento del balance hay que aparcar el despilfarro. Me molesta más la arbitraria costumbre del ente –ese híbrido donde lo público y lo privado son la misma voz ventrílocua de UM- de dejarnos sin el cine de Canal 9 cuando le place. Son como la SGAE y sus bodas grabadas, su voluntad de monopolio, su insaciable usura. ¿Son Oms? Bueno, también.
Ahora recuerdo varios escaparates berlineses con la traducción del último libro del catalán Ruíz Zafón y pienso en la feria de Frankfurt. Sonrío. Hablo con las azafatas de Air Berlín y constato que no saben catalán ni castellano. Estoy por ofrecerles mis servicios como pareja lingüística o invitarlas a un fiel café por la lengua, pero no hace falta. Todo eso ya lo hace la OCB con las subvenciones del gobierno, con flequillo, de Antich y el del fino Montilla. A mí me basta con que el avión aterrice sin problemas. Y así ocurrió.
Etiquetas: Artículos
5 Comments:
Para variar, un mallorquín en alemania. Se le ve bien protegido del frío, aunque le tiemble la mirada.
Hay más alemanes en Mallorca que al revés... en efecto;-)
Persevere, hombre, persevere. La excusa de la pareja lingüística es sensacional.
¿OCB?
¿El papel de fumar? ¿La Orquesta Ciudad de Barcelona? ¿El Oviedo Club de Baloncesto? ¿El Ockey Clube do Barcelos? ¿El Open Control Block?... o ¿els marmesors del gran mosén Alcover?
Abrazo :-)
La Obra Cultural Balear... Nada menos:-)
Don Luis, le escribí un email sobre email archivados en el tiempo... Mientras ordeno mis papeles, enhorabuena por su nueva publicación en http://issuu.com/andalocio/docs/el_gotero_por_luis_am_zaga
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