LA TELARAÑA: los tornados

viernes, noviembre 28

los tornados

La Telaraña en El Mundo.



Iba a escribir sobre Juan Goytisolo, pero ya le dediqué unas líneas en los ochenta y, pese a ello, el gran narrador catalán no ha dejado de quejarse de soledad, de ninguneo, de confabulación. El asunto, cuando le han otorgado el Premio Nacional de las Letras, volverá a ser revisitado, pero ya toca, creo, afirmar que si leímos con placer sus libros fue por atracción ideológica y que, ahora, tal perversión del lenguaje nos deja fríos, aunque nos alegre que se premie una obra que ya es pasado compartido. La memoria histórica está de suerte.

La realidad de última generación –ese sueño de domótica, asepsia y transparencia- suele avenirse mal con la realidad que se nos deshace entre las manos, cada día, buscándole sentido al polvo y consistencia al holograma. Todo debiera empezar, naturalmente, con un manuscrito, pero al no ser así, hay que transigir con un ordenador repleto de archivos cifrados y unos documentos encerrados en un sótano, olvidados, obscenos, para intuir la paradoja última del Palma Arena. Nos vendieron un traje a medida y nos lo pusieron. Qué mal nos sientan los harapos. Como el voto de Vicens a los Presupuestos de Antich.

Mientras tanto, los tornados nos rondan como peonzas. Igual el desafiante toro de Calatrava les intimida con sus cajas negras y destempladas. Igual no. Cualquiera sabe las razones de los tornados. Sus columnas verticales, de grises y azules hirsutos, de agua y viento contenidos, no parecen capaces de sostener nada, ni una cúpula de Barceló, ni un paisaje con arco iris de Friedrich, nada, salvo el temor a que, finalmente, desembarquen y conviertan nuestras ciudades en las ruinas que ya fueron o son. Pero quizá haya suerte y nos las recompongan y así dejen cada piedra en su pedestal, en su lugar exacto, y entonces el panorama recobre su luz añeja, su equilibrio perdido, su perfume a lodo primigenio, a crisol donde hierve la vida, ese juego festivo de bacterias y filamentos, de siluetas que buscan su perfil y, a veces, hasta lo encuentran.

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