LA TELARAÑA: «Match Point»

sábado, noviembre 29

«Match Point»


La pregunta en El Mundo era: ¿Cree que Turismo ha acertado en recuperar a Rafael Nadal como la imagen turística de Baleares en el exterior? Me tocó responder que sí.


Ahora, que está de moda lo transversal, trataré este asunto por peteneras, como si fuera una epidemia. Lo es. Hace unos días, Rafa Nadal, Verdasco, Feliciano y compañía le ofrecieron a Zapatero la última ensaladera de la Copa Davis, la de los calzones del orto y la plata argentina, puro sicoanálisis convertido en parodia futbolera, y poco le ha faltado al Presidente para anunciar la creación del Ministerio de Deportes y así rentabilizar medallas contra las cifras del paro y el desenlace de la usura. Todo a la vez y como por osmosis. Sólo esperamos que, a cambio, desaparezca el Ministerio de Cultura –y, de paso, el CAC, el IEB y tantas otras comisarías lingüísticas o étnicas del extrarradio- para que la dicha sea completa. No caerá esa breva.

Hablaba de una epidemia y una fiebre. Antich llevaba meses tras Rafa Nadal. Lo intentó alcanzar, sin éxito, por los tejados de Wimbledon pero está claro que padece de vértigo –y de su natural parálisis de los sentidos- y necesitaba de alguien con más experiencia funambulesca para esa labor de caza y captura. Un aviador caído del cielo como Miquel Nadal.

El osado Barón Rojo de UM pasea su esforzado rictus como si fuera una sonrisa. Igual lo es, pues no hay dos sonrisas iguales y, además, tiene mérito ser consejero de Turismo en un archipiélago donde la danza sopla según los vientos en las salas de espera del Aeropuerto, en los balnearios mutilados de la Playa de Palma, en los muelles del puerto, en los amarres de los yates y, cómo no, en el ir y venir, tránsfuga, por nuestras enrevesadas carreteras. Semejante reino exige ser observado desde las alturas, para así, desde la lejanía, comprobar que las islas son sólo un espacio cuadriculado, una cartografía salpicada, aquí y allá, de zonas lo suficientemente verdes como para parecer césped, de lugares yermos y grises, similares a la arcilla, de vastas áreas arenosas, como de desierto y oasis, de brumosos conglomerados de cemento, de rotondas de cal, de patios de marès, de sedientas hectáreas de ladrillo rojo. ¡Cuántos campos de tenis no habrá visto Miquel Nadal en los sueños de sus vuelos!

Por eso elegir al número uno del tenis mundial como icono global de una vocación de destino única en lo universal –o algo así- era inevitable e imprescindible. Nadie mejor que el de Manacor para demostrarle al mundo, al fin, que somos bilingües y hasta ambidiestros, aunque no lo parezca.


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