LA TELARAÑA: El cuadro y el poema

lunes, noviembre 14

El cuadro y el poema

La Telaraña en El Mundo.


Ya lo dije alguna que otra vez. Sabemos lo que vale un cuadro de Picasso, pero ¿cuánto un poema de Juan Ramón Jiménez? El tema no es baladí, sino al contrario. Nos sitúa de lleno en la compleja trama de relaciones -a veces, incestuosas- que se crean entre el mercado y el arte, entre la propiedad física y la autoría (que no propiedad) intelectual, entre el precio contable de la posesión y el valor sutil del conocimiento. Huelga decir que nadie, según parece, pagaría por un poema lo que por un cuadro, pero tanto el uno como el otro -esa sucesión de imágenes, metáforas, colores o elipsis- sirven para lo mismo, para entrever el mundo entero y atisbar, a través de su idéntico artificio, quizá como en una dolorosa revelación, el indescifrable destello que somos. O que no somos.
Hace unos días me topé con un venerable amigo. Venerable por su edad pero, más aún, por la amplitud y calidad de su erudición. Me echó en cara, amable, cariñosamente, cierto desánimo que él palpa en algunas de mis columnas, cierto pesimismo y hasta, quizá, desaliento. Sé que tiene razón, pero también sé que no la tiene.
Regreso al poema y al cuadro. A la lujuria especulativa del comprador y al orgasmo ya consumado del autor. Puedo ponerme en el lugar de ambos y casi que debo. Puedo ser uno y ser otro. De hecho, lo soy. Y en cada sonrisa de esperanza escondo siempre otra de desengaño sabiendo que son el haz y el envés de la misma sonrisa. Que la una sin la otra no podrían existir. No tendrían sentido.

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