LA TELARAÑA: De huevos y trompetas

sábado, enero 28

De huevos y trompetas

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que la oposición debería condenar los insultos al Govern por la lengua?

No. A falta de ideas, insultos y vejaciones. A falta de gramática, empujones, huevos duros y, a ser posible, mejor si podridos. A falta de cultura, subvenciones. A falta de educación, abucheos. Y a falta de casi todo, pancartas, manifiestos y hasta banderas. La feroz carnicería de la ignorancia siempre encontró en la lengua su plato preferido, su filete al dente -esa aberración gastronómica- o su filón inagotable. Pero ese es el menú telúrico de la oposición y así nos lo escriben, con tiza y tizón, en la pizarra territorial y patriótica -cuánto oxímoron- de las horas del tedio o del sobresalto. A todas horas, porque hay que ver cómo y cuánto chirría ese trazo repugnante y repulsivo, esa eterna monserga circular y paradójica de la lengua propia y la lengua común, de la lengua de todos y la lengua de nadie, de la lengua, en definitiva, mordida. O de la mordida de la lengua, que esa es otra y la misma, porque con la lengua única, ya se sabe. Todo son malentendidos.
Pero tanto da. Para el PSIB, el PSM y demás grupúsculos volátiles, condenar los insultos paralingüísticos a Bauzá, a Isern o al Govern en pleno, visto el barriobajero y negligente panorama general, sería algo así como condenarse a sí mismos y la verdad es que no anda esta oposición nuestra -y tan suya ella, claro- con la capacidad de autocrítica necesaria como para alcanzar esos niveles de contrición, de solidaridad o, simplemente, de buenos modales. En absoluto.
Cuando no se tiene nada en la mollera, nada en el saco de los proyectos, nada en los tranvías fantasmales hacia el futuro y nada -de nada- en parte alguna, lo mejor es armar el mayor ruido posible y ver si el terremoto se esparce y el temblor nos confunde y pensamos que alguna Gran Idea anda suelta -más allá del cosquilleo de la voz y las voces- y ese eco retumba en los tímpanos y nos los rompe de una vez por todas y para siempre, y acabamos sintiéndonos a gusto en el gran silencio turbador del fascismo, o de este curioso catalanismo, mientras atruenan las trompetas de Jericó y vemos que quien las alienta es el insigne rabino Miquel Segura -con la inestimable ayuda de la ubicua cofradía de la OCB- y se hunde, al fin, y aleluya, y albricias, el mundo entero desde las magníficas terrazas vacías de Es Born hasta los soberbios patatales de Sa Pobla. Pasando por Inca, claro. Y así anda el patio. De infumable.

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