LA TELARAÑA: Zarcillos y mazmorras

lunes, marzo 5

Zarcillos y mazmorras

La Telaraña en El Mundo.

Lo de la burocracia rozaría el surrealismo si fuera un arte, pero como no lo es, sólo cabe verlo como una forma civilizada de tortura. Una lección de realidad entre Lautréamont, Sade, Standard & Poor's y las calles tomadas por el hedor de los bonos basura. O la sucia prima de riesgo de las autonomías. Una humillación a cuenta del polvo que somos y seremos, mientras en la ventanilla virtual del desespero una chica rubia masca chicle y exhibe unos pírsines en los labios y un zarcillo en la nariz. Ni te mira, pero da igual. Sonríe. Y tú haces lo mismo, porque te sabes dislocado y etéreo. Mejor alejarse y hurgar en la memoria.
Te recuerdas, ajetreado, buscando documentos -cada uno en un distrito otro de la gran maraña administrativa- para respirar, al fin, de alivio, pero no. O no aún, porque todo lleva su tiempo y así, un año después, recibes un aséptico y bilingüe correo certificado, donde se te informa que falta algún papel o timbre y, claro, no ha lugar. Nada.
Se te emplaza, eso sí, a reclamar a mano alzada o cómo se te ocurra, pero para qué, piensas, si siempre te habrá de faltar algo y no hay forma de saber qué. Ni de coña. Con todo, y porque debo ser muy optimista -o quizá todo lo opuesto-, hace unas semanas regresé a esa misma conserjería del CIM para despejar mis dudas sobre el incierto asunto. La cosa fue. ¿Bien? Pues ni idea, pero ya les contaré. No hay otra que darle vueltas al castillo por ver de hallarle la entrada. Y, mejor aún, si la salida. De la mazmorra, claro.

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