LA TELARAÑA: De libros y estatuas

lunes, abril 2

De libros y estatuas

La Telaraña en El Mundo.


La presidenta del CIM, María Salom, dijo, en la inauguración de la Feria del Libro Viejo, Antiguo y de Ocasión, que «es un buen momento para detenerse y ser capaz de mirar el pasado». Podría pensarse -estoy en ello- que la frase sólo nos vale en ese contexto plural y afrodisíaco, repleto de páginas como pergaminos y de tinta anclada en las llagas íntimas de la memoria, en esa biblioteca nómada de las ideas, en ese claustro alejado del ruido, donde sólo se respira -y se transpira- el olor vegetal de la sabiduría escrita. Pero no es así. O no del todo.
Siempre es un buen momento, creo, para echar la vista atrás e intentar verse y, sobre todo, reconocerse, para auscultar latidos antiguos, visiones, acaso delirios que tuvimos. Porque los tuvimos, claro. Los recuerdo a menudo y mucho más, ahora, que ya he desterrado la nostalgia y no dejo de hallar el futuro, cabalmente descrito, en tantas distopías como leí cuando era más joven y aún tenía cierta fe en que la humanidad saldría adelante y seríamos más libres y solidarios, serenos, ecuánimes, quizá mejores.
Releo la fábula de la mujer de Lot y me digo que su parálisis de estatua de sal no tuvo por qué ser por añoranza, como nos sugiere la Biblia, sino por elegir quedarse entre los suyos y sus rencillas, sus cuerpos ardiendo y su aniquilación anunciada. Aquí, pues, me tienen. Algo indeciso e indiferente, pero no, desde luego, inmóvil. Será por la suerte -incluso en Semana Santa- de negarme a discernir quienes son, o no, los míos.

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