Con la mordaza en la boca
La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Govern incumple su promesa al no garantizar la elección de lengua en la enseñanza?
Sí. Vale que los
programas electorales haya que cogerlos, siempre, con pinzas y hasta con
mascarilla y que, además, sus propuestas, en la inmensa mayoría de los casos,
se nos deshagan como si fueran de polvo y de arena, agüilla de lluvia pasada,
por entre los dedos de las manos. Vale que su vocación sea una y su realidad,
otra muy distinta. O que su espíritu y su letra -tan prolijos y ambiguos,
ambos- tiendan a jugar al escondite con la mala saña o con el infortunio de no
acabar encontrándose nunca. Como si en un juego interminable. Un tres en raya
inocuo. Un brinco, una cabriola, un escorzo malabar sin más red que la caída
libre en el vacío o en el reparador olvido, siempre patético y resignado, de
los sufridos votantes. Pero no ha de caerles esa breva. No les caerá. O no
debería.
El Partido
Popular prometió -antes de las elecciones, ay- garantizar la elección de lengua
en la enseñanza obligatoria. Yo lo leí en sus papeles cuajados de gaviotas
blancas y cielos azules. O viceversa. Lo escuché en sus declaraciones. Y es
más, hasta le recuerdo a Bauzá un
rapidísimo y fugaz lapsus, casi que un dicho y no dicho, en el que afirmaba que
iba a derogar la Ley de Normalización Lingüística, esa falacia y esa patraña -puede
que constitucional, sí, pero absurda- que ellos mismos, con ayuda de otros,
pusieron en marcha para nunca he sabido muy bien qué. Para nada bueno, por lo
visto. Por lo que se ve. Por lo que se verá.
Pero ya se sabe.
Entre cojos y mentirosos anda la carrera. O el carrerón. Y sí, se corre mal con
las piernas en los sacos. O la mordaza en la boca. Y se corre aún peor si lo
que iba a ser una maratón se convierte en una patriótica y pastoril romería
donde los jueces, del Partido Popular, parecen serlo también de la OCB o del
Òmnium Cultural ese -lengua, cultura, país- del que somos los conejillos de
indias de no se sabe qué tipo de experimentos. O sí que se sabe. Con todo, lo
que iba a ser una cosa, será ya otra. Su parodia. Porque, puestos a recortar -esas
tijeras voraces tienen un filo que asombra- también nos han recortado la
libertad de elegir con qué lengua, con cuál de entre las nuestras, han de ser
educados nuestros hijos. Es una falta de respeto. O la prueba de cierta
esquizofrenia -no sé si colectiva- que viene a decirnos que la libertad se
acaba en Segundo de Primaria. Nada menos. Hay que joderse.
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