Una segunda opinión
La Telaraña en El Mundo.
Seguro que
ustedes ya lo intuyen, pero se lo confirmaré. La crónica de la actualidad
política me la traería absolutamente al pairo, sino fuese porque siempre me
permite o sugiere, como si por descuido o azar, alguna que otra licencia más o
menos poética, algún revolcón literario, alguna metáfora -no sé si fortuita o
necesaria- con la que intentar convertir la realidad, para unos, en más
habitable y, para otros, en más inhóspita. Con ese tumulto íntimo ya me vale
para que el lector juegue consigo mismo y se diga: esta realidad es la mía. O
no, no lo es. ¡Cuántas realidades hay que ni imaginamos!
Hoy, por ejemplo,
me han enviado un manifiesto llamado Poesía Útil. Es de 2009 y lo firma un tal Ángel Guinda, que no sé quién es, ni me
importa. En su higiénica balanza reluce, con tanta claridad, lo que le gusta o
no le gusta, que el resultado acaba siendo el manual perfecto de una ejemplar
Poesía para la Ciudadanía. O algo así.
Podría, pues, recordar
ahora la sombra alargada de Zapatero
y su herencia, pero no. Me interesa mucho más el futuro. De Sarkozy sólo me gustaba -y sigue
gustando- la enigmática sonrisa de Carla
Bruni. Por eso, espero que la victoria de Hollande sirva de contrapeso a la receta única de Merkel (y de paso, de Rajoy o Bauzá). Y es que no hay enfermo crítico que no necesite, siempre,
una segunda opinión con la que consolarse. O salvarse.
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