LA TELARAÑA: De tribus y exploradores

sábado, mayo 5

De tribus y exploradores


La respuesta a la pregunta de los sábados en El Mundo: ¿Cree necesario el cierre del Hospital General y del Joan March para reducir el déficit?


No. Acabo de visionar la grabación del encuentro, acaecido en 1976, del explorador francés Jean-Pierre Dutilleaux con la tribu de los Toulambis (Papua, Nueva Guinea), que nunca habían estado, al parecer, en contacto con el mundo exterior ni habían visto, jamás, a seres humanos de piel blanca. Tampoco se habían perdido nada especial, desde luego. Pero esa obviedad es lo de menos, porque el video, que puede encontrarse en YouTube, es sumamente revelador por otras muchas cuestiones. Nos muestra, y además de forma diáfana y espectacular, la aparición primera de algunas de nuestras reacciones más básicas e instintivas, la reticencia, el resquemor, la desconfianza o, directamente, el miedo ante lo desconocido -tan otro y tan distinto, pero tan similar- y su lenta pero inexorable transición, como por inercia, hacia el asombro, la amistad y la curiosidad compartidas. Será que siempre vence lo mejor de nosotros. O que, al final, lo único que nos queda es la necesidad y hasta el artificio de la empatía. ¿Todo por sobrevivir? Pues más o menos.
Es posible que algunos de ustedes se estén, a estas alturas del texto, preguntando ya qué tiene que ver lo expuesto con lo que aquí nos convoca, que es la conveniencia o no del cierre -decretado por el Govern- del Hospital General y del Hospital Joan March, al parecer, para reducir el déficit. Les confieso que yo tampoco lo tengo muy  claro, pero sí sé, pese a todo, que me siento como uno de esos salvajes buenísimos que se encontraron a Dutilleaux y se quedaron perplejos con sus juegos de cerillas y de espejos, con sus cámaras fotográficas, sus mágicas grabadoras de voz y sus afilados cuchillos de metal brillante. Todo ese bagaje, en definitiva, que llamamos civilización y que no sabemos muy bien si es un lastre o un tesoro. O si ambas cosas.
Apelaré, pues, a mis instintos más primarios para oponerme a la desaparición de ambos hospitales. O, al menos, del que tenía más cerca de casa, el Hospital General. Resulta que un hipocondriaco confeso, como yo, no puede pasar sin cuantos más hospitales mejor a pocos pasos de donde vivo. Y aunque aún me queda, es cierto, la ansiolítica proximidad de la Clínica Rotger, no es menos cierto que un hospital -aunque pareciera más bien un simple dispensario en ruinas- arriba de la Costa de La Sang no dejaba de ser un alivio. Otro más del que me privan.

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