Resulta que esta noche es Nochebuena. Escribo, pues, con un
ojo en la nebulosa de la actualidad y con el otro en el banquete familiar que
se me avecina. No sé, por lo tanto, si debo comprarme un chaleco o una mochila
antibalas, como parece estar de moda en USA y lo estaría también aquí, si ello
nos librara de los rigores de los comisarios lingüísticos, o si, en fin,
pudiésemos abastecernos de armas de fuego en cualquier tienda de todo a cien.
Dios, los hombres y las mujeres no lo quieran, por supuesto.
Con todo, no deja de ser un leve quebranto tener que asumir
como propias e inevitables las viejas tradiciones que heredamos y hasta
perseverar en ellas, mal que nos dejen el colesterol por las nubes y la báscula
por los subsuelos o, y es sólo un por decir, nos llenen de llanto y quejas el
patio de los colegios, ese lugar único donde los niños aún pueden preferir el
castellano al catalán; y espero que no sea una bala perdida lo que les haga
cambiar de opinión.
Pero ahora en serio. Acabo de poner en una balanza cuanto he
escrito. Observo que las metáforas tan sólo pesan lo que uno quiere. Muy poco o
quizá nada, si las comparamos con el peso de la realidad, con el cariño que uno
recibe y siente por los suyos, con el ir y venir de las sonrisas familiares y
los buenos deseos compartidos. Feliz Navidad para todos. Sin excepción.
Etiquetas: Artículos
3 Comments:
Igualmente, amigo.
Me sumo a esa felicitaciones. Feliz Navidad.
Felicidades a ambos!! Y a todos! :-)
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