El monólogo de Teneré
El inevitable monólogo interior de cada día:
Aquí el rocío en la piel,
la,
tras la ducha, el espejo,
he de llamar a Petra,
en Praga no sé cómo andan
de hospitales, pensé,
algo intranquilo,
mientras prendía fuego a
un viejo atlas
repleto de naciones que
ya no existen,
pero, ah, la ternura,
el musgo verde entre las
losas
y el viaje de ida y
vuelta,
en espiral o en círculos
concéntricos,
el viaje elíptico y
entrecortado,
qué sé, qué no, yo, qué,
la niebla, el móvil, la
cajetilla
de tabaco, la pluma, el
blog de Justo
Serna y sus héroes
alfabéticos,
este teclado de ceniza,
el poema, la voz, las
voces
sin un instante de
tregua,
joder, y este alud de
ázoe
o cuántas cucarachas,
anoche,
el ruido de afuera y el
agobio,
la telaraña en,
cuántas columnas de humo
o de literatura,
los extractos bancarios,
el teléfono que chirría,
una voz de metal y
bla, bla, bla, cuelgo,
no necesito ayuda
pero no sé si
acabaré cediendo, ¿por
qué
la bruma nunca se disipa?
la contusión,
el hombro, el hombre, el
cuerpo entero
de piedra pómez o no sé
si de la luna,
el hombre de la luna, la
risa lunar
o si esta atrofia
degenerativa
de las fosas comunes y
los panteones,
el cielo subterráneo de
los pasajeros
de un aeropuerto en
cuarentena,
el esqueleto a ráfagas de
los fósiles
o qué románticas las
ecografías
y cuánto duele evacuar
el temor persistente
la sospecha
de que algo no anda como
debiera,
será la hipocondría, tal
vez,
o el cielo que está
cubierto
siempre de sol y nubes,
pero no importa,
he de vestirme
y salir a la calle
a la cuesta de la calle
a la cuesta empinada de
la calle Olmos,
donde un niño y una niña
juegan a quererse,
sin saber qué será de
ellos en veinte años
y si gobernarán el mundo
o las cloacas,
pero salgo a la calle,
salgo
como si asemejando la
sintaxis
de alguna frase
retorcida,
sí, estás muy hermosa
esta mañana, esta tarde,
esta noche,
buenos días, buenas
tardes,
buenas noches, oh, sí,
ahora y siempre,
pese a mi mala
cenestesia,
pero hoy no, hoy es 21 de
agosto,
un café largo y un
periódico,
por favor, gracias, sí,
ya tomé mis pastillas
y los libros, el moleskine,
mi ración
de soledad, sí, muchas
gracias, gracias, de
nuevo,
el aire del Mediterráneo
huele a naipes
y a flores escondidas en
un vientre,
las pinzas de madera del
Bar Bosch,
el número apocalíptico de
Fibonacci,
la rima artificial de los
audífonos,
el tambor persistente de
hojalata
y sólo tres monedas en las
manos,
el mechero sin gas y el
castillo a lo lejos,
dejé el Ipad en un arcón
y el alma y el reloj,
Facebook, la.
Dios debe estar de
vacaciones.
(Fragmento de mi poemario El Árbol de Teneré, Calima Ediciones, 2012)
Etiquetas: Creación, Literatura
2 Comments:
¡Si es que usted sólo puede pensar en verso!
Magnífico.
Gracias, Isabel!! :-)
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