El STEI-i está que arde contra Rafael Bosch a cuenta de los setenta y cinco mil euros con que el
Govern subvencionará la edición de libros de texto que incluyan las modalidades
lingüísticas de Baleares. Es decir, que fomenten el uso de la lengua balear: la
misma que, según Rafael Bosch, no existe y sobre la que, por desgracia,
mantengo opiniones tan dispares y etéreas que casi no sé si agarrar el toro por
los cuernos o el rabo.
Me da, pues, que lo dejaré escapar, medio escurrido o
parapetado tras el burladero irreal de las ideas, hacia el callejón sin salida
del futuro. El matadero de los higadillos gramaticales y la casquería de la
sangre. Ah, y de los recuerdos.
Porque yo sí tengo memoria familiar de esa lengua, aunque no
exista, y poco me importa si existe o no, si fue un espejismo y otro vino a
sustituirlo, o si fueron las servidumbres sociales y políticas las que la
relegaron al olvido. Lo cierto, con todo, es que leer, por ejemplo, a Toni Cantarellas, ayer en estas mismas
páginas, es someterse a una agridulce tortura metalingüística y parasicológica
que no me detendré ni un instante en apoyar o denostar. Que cada cual hable o
escriba como le plazca. O sepa. O le dejen, que esa es otra; y la más
preocupante de todas.
Etiquetas: Artículos
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