La respuesta al debate de los sábados en El Mundo : ¿Está de acuerdo en que algunas zonas de Marivent puedan visitarse, tal como
propone la oposición?
Sí. Cuando el éxito de cualquier ideología se cifra en la
resonancia de unos ciento cuarenta caracteres y la hora de la verdad -como no
puede ser ya de otra forma- es también la de la máxima audiencia, sólo nos resta
plegarnos al furor uterino de la plebe y exclamar, con ellos, que entre el
Museo que fue, pero ya no es, de Saridakis
y la mismísima Alhambra, que fue, y sigue siendo, de Granada, no hay la más
mínima diferencia. Ninguna. Qué va.
Que las sombras heroicas del pasado dibujan, aquí como allá,
los mismos arabescos espectrales, esa mezcla turbia de espejismos y sombras
chinescas, y que, ante tamaña sugestión, no nos queda otra mejor ni, tampoco,
más digna que clamar como posesos enfurecidos por nuestros sacrosantos derechos
sobre las ruinas digitales de la guillotina metálica de nuestros sueños
bipolares: sobre la piedra herida y manchada de sangre aún caliente y sobre la
plaza engalanada de cristales rotos al alba de los crujidos. Aquí manda, ahora,
la chusma. Y si no ella, sus representantes populares, su aristocracia en
mangas de camisa y trajes de rústico diseño, el entramado piramidal y
apocalíptico de los políticos, con sus masas, sus musas y esa garganta profunda
que da en tragar lo que sea de un gran pelotazo y como si nada. Estamos de
enhorabuena. Pues ya era hora.
Tiemblo de placer al darme cuenta de que nos aproximamos a
la difícil perfección del mundo perfecto. La biblioteca mutante y anónima de la
Wikipedia, la literatura colapsada de los emails y la cultura punto cero de las
redes sociales. A este paso podremos visitar el Palacio de Marivent desde
nuestros ordenadores repletos de virus y troyanos y hasta chapotear en sus
estanques dorados y piscinas. Vivir como reyes, príncipes y princesas, aunque
nuestra vocación oculta sólo sea la de ejercer de voyeurs de una república
virtual donde la falta de ideas propias nos permita, cómo no, escapar de la
náusea. Así sea.
Etiquetas: Artículos
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