LA TELARAÑA: Mutantes

viernes, febrero 5

Mutantes

La Telaraña en El Mundo.

 Repaso los titulares sobre el virus del Zika, como quien mira un enorme paisaje -quizá un poema de Mallarmé, cuando lo que vuelve a estar de moda es la cínica provocación del dadaísmo, cien años después- para deslindar el todo de las partes. El río de la mano abierta, caligráfica, de los afluentes. La tierra, en llamas, de los desiertos del fuego, la boca seca y los espejismos. El arte y la cultura, sobre todo, de la opresión territorial y lingüística. La convivencia, en fin, de la plaga de los totalitarismos.

 Parece que el problema no es el virus en sí, sino la mutación que le rodea. Nos rodea a todos. Nos penetra. Hace calor cuando no debiera. O hace frío. Y todo lo bueno y lo malo viajan, juntos, a la velocidad de la luz, el tren o el avión, el vértigo. Hoy transito una utopía o unas sombras letales, escapo de un intento de linchamiento en alguna red social y busco, en el paisaje de todos, ese espacio virgen, desubicado, desconectado, donde tanto me gustaría estar y, sin embargo, no estoy. No estamos. No hay nadie en ese sitio.

 Pero mutamos, en efecto. Leo que en Francia han identificado a unos ocho mil radicales que ahora apoyan el yihadismo, cuando hace poco no eran ni la mitad, y pienso en el mal que anida en la pobreza y la ignorancia, la falta de oportunidades. Salgo a las calles de Palma y me pregunto cuántos de mis vecinos son, ahora, partidarios de la extraña mezcla de populismo y nacionalismo con que nos vamos convirtiendo en otra cosa. Siempre en otra. Hermosos mutantes, perfectos. Retóricos.

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