escribir, corregir, editar -en el blog de Justo Serna
No he intentado nunca -o no lo recuerdo, al menos- huir de mis primeros libros; al contrario, me reconozco en ellos, en lo poco bueno y en lo mucho malo que les encuentro. En ellos reconozco -a veces, incluso con sonrojo- mi propia voz y una angustia que -sin ser la de ahora y sin saber cuál es mayor- es también parte mía.
Pero hay un tema, algo marginal, o no, que sí que me preocupa. Uno quisiera, desde siempre, poder -y poderse- ofrecer completo y sin embargo eso no es posible. ¿Cómo lo disimulamos? Fingiendo que la vida es una obra en marcha, una sucesión de fragmentos inacabados y sucesivos: lo he afirmado en muchísimas ocasiones y sin embargo, ahora, ello se me antoja o revela un concepto vacuo, anodino y lleno de resignación. Será una reacción contra la impotencia ante la creación, contra ese saber que, hagamos lo que hagamos, no estamos creando nada. Eso me ocupa, me preocupa, me sume en el desconcierto... La fascinación por lo inacabado, ¿no será un subterfugio, una trampa, un atajo absolutamente inútil? ¿O no será, también, la prueba irrefutable de que el ego para sobrevivir necesita trascenderse, mixtificarse, ser otro cuando no puede ser sí mismo -y de hecho no puede porque no se alcanza?
Ya lo dijo Píndaro:
Ojalá llegues a ser quien eres.
Bueno, algo así.
Etiquetas: Literatura
3 Comments:
Yo estoy fatal. Igual de mal.
Últimamente no paro de darle al Ctrl Z.
Un beso
Mientras no hemos publicado esa página o ese apunte, un anhelo nos justifica: la convicción de que seremos mejores de lo que realmente somos. De momento no hay nada impreso, luego todavía no hemos arruinado una expresión o una idea. Cuando nos editan lo que escribimos y corregimos, un hallazgo nos sorprende: la constatación de que sabemos más de lo que creíamos saber. Eso, de momento, nos calma. ¿Y lo erróneo y la errata? "Los desconchados ya los repararé", nos consolamos.
"Es cierto que escribir me calma", dice Julio Cortázar en 'Liliana llorando'. "Será por eso que hay tanta correspondencia de condenados a muerte, vaya a saber. Incluso me divierte imaginar por escrito cosas que solamente pensadas en una de esas se te atoran en la garganta, sin hablar de los lagrimales; me veo desde las palabras como si fuera otro, puedo pensar cualquier cosa siempre que en seguida lo escriba".
Pero el resultado es decepcionante y no nos calma: a pesar de lo que descubrimos --no sabíamos lo que sabíamos--, lo que finalmente averiguamos de nosotros mismos no es ni la mitad de lo que cada uno creía merecer. Pero, para entonces, ya estamos condenados.
Enriqueta, cuídate... y arriba ese ánimo:-)
Un abrazo
*
Don Justo, son ciertos esos anhelos, esas convicciones, ese consuelo, esa decepción y esa condena (que consiste en volver a empezar, ahora los anhelos, luego las conviciones, el consuelo, la decepción... y suma y sigue:-)
Un abrazo
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