Oficio de Tinieblas
La Telaraña en El Mundo.
Como si faltasen comisarios en las comisarías (ese debiera ser su único hábitat natural) habrá que sumar al claustrofóbico paisaje la cerrazón sobrevenida de los novísimos comisarios o auditores de género -ese sintagma gramatical- que acarreará el anteproyecto de Ley de Igualdad, con que el Govern de Antich quiere darnos su prueba terminal de civismo, su cátedra de corrección política o lo que es lo mismo, el ejercicio perfecto de cinismo -y desigualdad- con que saciar su sed de eufemismos. Los caminos de la usura ideológica son inescrutables.
Hablé de las comisarías, sin olvidar que las padecí de joven. Vuelven, con otra denominación de origen, pero con igual propósito. Pienso en las que más me atañen: las del arte, la cultura y la literatura, las de esa plaga normalizadora de comisarios lingüísticos que, como una proyección macabra en bucle, florecen desde tiempo atrás y que ya asoman, incluso, en la red virtual donde buceo, a diario, en busca de alguna que otra luz minúscula.
No sé si la oscuridad acabará por sernos familiar. No quisiera, pero me lo temo. Nos hemos pasado la vida sorteando la nomenclatura totalitaria del horror, su catálogo de innombrables, su sudor y bochorno: el áspero chirrido de la piel, como el llanto de una lija contra el óxido de los barrotes. Eso fatiga y alivia, como el sexo, pero también ennoblece, como el respeto y la admiración hacia las diferencias.
Etiquetas: Artículos
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