A los pies de los caballos
La respuesta al debate de El Mundo: ¿Cree que son adecuadas las medidas cautelares impuestas a Jaume Matas?
Sí. Vale que la prosa judicial sólo puede ser comparable -aunque no siempre- a la de alguna que otra novela postmoderna, con sus grotescas citas a destiempo, su enjambre de lugares comunes, su falta de concordancias gramaticales, su catálogo de lógicas especulaciones, su almacén de fundadas ironías y su rancia intención didáctica de querer, finalmente, mostrar el mundo y, a la vez, descifrarlo, asirle la soga, templar sus turbulencias y aplacar, quizá, la furia o la inercia de sus incógnitas, desvelar su mentira última y resplandeciente, el trasfondo inhumano -o humano, demasiado humano- de su usura sin límites ni vergüenza, como si tras cada adjetivo no pudiera asomar sino una nueva condena, una prevaricación, un desfalco, un atropello, una ficción tras otra, la larga letanía de la penitencia. O el polvo, ya lodo, de su carcoma.
Pero el castigo de leerse los 147 folios del juez Castro es todo eso, sí, pero también bastante más: es un calvario, una procesión interminable de encapuchados bajo la atenta mirada de todas las Vírgenes que estos días recorren, engalanadas de flores y de lágrimas, media España, entre el fervor pasional de unos y la indiferencia de otros, un rosario de afrentas al sentido común, un cúmulo de burlas y estratagemas, una ristra de conspiraciones y asertos, un vademécum exhaustivo de la corrupción más galopante, una historia para no dormir sino a la sombra tétrica y definitiva del destierro. O del más feroz insomnio.
Hago un inciso. Están sonando tambores y se aglomeran los nazarenos en las esquinas. Huele a cera. A humo. A tiempo detenido. A pausa. A nada. Cierro el inciso, sabiendo que no hay cerradura para ciertas cosas. Y así es, en efecto. Adivino una legión de testaferros, cómplices y socios arremolinándose en las entidades bancarias. Jaume Matas ha de conseguir que le avalen tres millones de euros para aplazar los días y las noches entre rejas, para seguir siendo eso que llamamos un hombre libre sin saber muy bien lo que significa. Siempre hay demasiados matices. ¡Y qué maravillosos son todos esos matices! No. No se puede ser libre para hipotecar el futuro y el presente de una comunidad. No se puede ser libre para dejar a la propia madre en la estacada, en el ojo mismo del huracán, a la intemperie, bajo las herraduras ardientes de los caballos. O de Hacienda, que no es lo mismo, pero puede ser hasta peor.
Etiquetas: Artículos
4 Comments:
Lo de la madre, no tiene nombre.
El juez Castro es cordobés. Eso imprime carácter.
Saludos y florida Pascua!!!
Cierto, Ángel... Me enteré de que departiste con algún amigo mío y ahora común, vaya. Nunca te lo perdonaré;-P
Me lo temía...
I'm so sorry. It was one night, just one night!!!!!
Uhmmm... me lo pensaré:-PPPP
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