A contracorriente
La Telaraña en El Mundo.
Puedo entender el regocijo y la tramoya fallera, el jolgorio y los cánticos contra Munar o Matas, camino de las puertas abiertas -¡al fin!- del juzgado. Puedo entender los abucheos, las parodias y también las vejaciones. Puedo entenderlo todo -o casi todo- y hasta esbozar una leve sonrisa con las ocurrencias de unos cuantos -se supone que desocupados- en su hora de gloria y, quizá, de venganza; todos radiantes en su puesto de combate, prietas las filas y alta la guardia: el celaje doctrinario del orden ideológico, esa rutina para la que pensar, desde luego, sobra, pero no así gritar. Y cuanto más fuerte, mejor.
Pero esas maniobras son sólo el fruto putrefacto del peor maniqueísmo, el que no quiere ver la realidad sino a trozos, a retales deshilachados de una historia que nunca es -no, al menos, exactamente- ni como la contamos ni como nos la cuentan.
Yo sí deseo que sobre Munar y Matas -y el resto de imputados- recaiga el peso plúmbeo de la ley, la cárcel, las sanciones, lo que sea, lo que merezcan. Pero en este panorama me sobra la fanfarria gremial de costumbre. Me sobran las avanzadillas de quienes, de algún modo, colaboraron, permitieron, hicieron la vista gorda o incluso pactaron con los corruptos. Los huevos podridos apestan, es cierto, pero tampoco sé muy bien a qué hiede la miserable tortilla que entre unos y otros -imputados o no- tuvieron a bien cocinar y hasta vendernos.
Etiquetas: Artículos
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