La inmensa minoría
La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que el Pacte de izquierdas puede gobernar de espaldas al Pleno?
Sí. Ya queda muy poco de aquel Pacte multidisciplinar, globalizador, barroco y caótico que quiso tomar, y tomó, las riendas de la realidad política en el sacrosanto nombre del progreso -una extenuante y bastarda simplificación minimalista para lo que acabará siendo, si es que ya no lo es, un desastre de proporciones bíblicas, metafísicas y, desde luego, contables- el 4 de julio de 2007. Pero es así como cuajan, desde siempre, las pesadillas, paso a paso entre la ambigüedad prosaica de las sombras y la caída libre en el horror de los abismos verticales, paso a paso en la firme, pero desvalida, perseverancia en el error, el declive, la corrupción, la decrepitud, la estulticia, el absurdo, la inacción y el vacío. En la nada.
Así, pues, de un sueño -legítimo pero sulfúrico- de poder, basado en la dudosa química de una fritura orgiástica de cuantos más «ismos» mejor: nacionalismo, socialismo, costumbrismo y todas sus posibles o imposibles combinaciones -al margen de la incongruencia histórica e ideológica del cadáver exquisito resultante-, de esa especie de gran fetiche basado en la primacía numérica -la Ley D´Hont aplicada como anestesia al censo electoral-, de esa quimera suicida sostenida por el peso de la cantidad y el desprecio de la calidad -ese sello distintivo de las minorías, aunque no de todas: no seamos maniqueos-, hemos pasado a un pacte (en minúsculas) donde, ya desechados todos los balances y planes sociales, sólo queda la lucha férrea por la supervivencia, la adhesión a los cargos y a su innegable plusvalía, a los sueños fenecidos y a los que irán pudriéndose en un final de legislatura que más se parece a la retransmisión, en vivo, en directo y en catalán, de una eutanasia diferida que a una muerte digna. Pero ya se sabe. La dignidad sólo concierne a la vida. Lo demás parecen ser zarandajas.
Pero no lo son. Yo sí creo que Aina Calvo y Francina Armengol -como Antich, aunque sobre él, hoy, no se nos pregunte- deben de ser consecuentes y apurar el néctar agridulce de su propio cáliz. Llevan casi tres años sin hacer otra cosa -salvo unos impresentables carriles bicis o una sucesión de proyectos en formol- que dar la espalda a la ciudadanía. Qué importa, pues, que hagan lo mismo con las decisiones de sus respectivos plenos en el Ajuntament o el Consell. Su mayoría siempre fue una entelequia. Como ahora lo es su aplastante minoría.
Etiquetas: Artículos
1 Comments:
Juan:
Ya sabes que este país es el País de los matasietes.
Nada que comentar, ya que, como hemos visto, están dejando todo con unos fregados que yaya.
Si vieras lo que me encuentro a diario por distintos medios de comunicación. Incluido, El Mundo...
Slds...
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