Los derechos de autor
La Telaraña en El Mundo.
Anduvo muy agitada la Red -esa tertulia de miradas atentas y voces sincopadas- con el parto agreste, en las gradas y pasillos del Congreso, de la llamada «Ley Sinde» contra la descarga de contenidos de autor -por ahora abortada pero, aún, huérfana y ávida de un debate con más sustancia filosófica y menos asientos contables, ese telón que parece de humo, sabe a humo y es humo- y con la definitiva abolición del tabaco -menos humos- en buena parte de nuestra vida social. Prohíbe que algo queda. Censura que algo se filtra. Mutila que si algo sangra es que está vivo. O muy vivo. Vaya sangría.
Pero como las algaradas, del tipo que sean, siempre me resultaron obscenas, me limité, con la generosidad navideña como pretexto, a colgar en la Nube -ese lugar de nadie, que todos quieren apropiarse- uno de mis poemarios. Ahí está para que lo lea quien quiera. O quien pueda. Cada lectura no hará sino acentuar mi autoría, aunque no mi cuenta corriente. Bien, y qué. Los derechos de autor son ajenos al trasiego manufacturado del mercado y, además, mis libros ya están, o estuvieron, en las librerías. Leerlos es otra cosa. Una actividad noble, aunque peligrosa. O eso parece.
Tampoco fumar nos va a salir de balde de aquí en adelante. Sólo me queda esperar el milagro de que Armengol nos permita, qué menos, seguir fumando en catalán como si fuera en español. O viceversa, que con tanto humo ya no me aclaro.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
A mi cuanto más lo prohiben más ganas me entran de fumar, qué cosas.
Pues felices humaredas, Sonja!
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