LA TELARAÑA: La mala reputación

sábado, diciembre 11

La mala reputación

La respuesta al debate de los sábado en El Mundo: ¿Cree aceptable que las empresas tengan que usar el catalán para conseguir un contrato del Consell de Mallorca?

No. Cuando la socialista –es un por decir- Francina Armengol accedió, incluso con su pesado racimo a cuestas de adjuntos y advenedizos, a la presidencia del conspicuo Consell Insular de Mallorca, muy pocos podían imaginar, ni por asomo, que lo peor aún estaba por llegar. La situación era ya tan catastrófica e indeseable que resultaba casi inconcebible que el CIM pudiera caer más bajo de donde lo dejó –es otro por decir- el procaz y tortuoso mandato de María Antonia Munar.

La labor de Armengol no era fácil, desde luego. Se nos aparecía, quizá, como el rescate imposible de un Titanic de polvo y paja, de niebla y plomo, de nada, salvo lastre, en mitad de ninguna parte. Se precisaba, sin duda, escarbar muchísimo en el lodo y la basura conceptuales, en el poso infecto, y al fin yermo, de las aguas negras, en la línea invisible, por sumergida, de la ineptitud y necedad organizadas –la égida de UM fue de las que hacen época- para encontrar algún resto salvable, algún fósil con cierta apariencia de dignidad o ética, algún ligero atisbo de reputación recuperable, algún mísero brote verde para que, entonces, las manos traviesas de Armengol intentasen reconstruir el tinglado, recrear un pequeño cauce donde sólo había un enorme vertedero, cumplir sus promesas iniciales de regeneración, productividad, progreso y no sé cuántos otros prodigios más. Por supuesto, no ha logrado ninguno de los objetivos, sino todo lo contrario. Lo que va mal suele empeorar y, a veces, hasta degenera.

Para corroborarlo sólo nos faltaba el reciente anuncio de que sólo las empresas que redacten y presenten sus proyectos en catalán podrán optar a los concursos públicos de esa administración. No sé si es una broma -porque, en realidad, el CIM lleva toda la legislatura sin promover casi ninguna de sus múltiples prerrogativas-, si es un ataque desmesurado de proteccionismo étnico, un regüeldo atrasado del nuevo –o viejo- nacional socialismo catalanista del PSIB o, en fin, la estrategia definitiva para enterrar, de una vez y para siempre, la economía isleña y encargarle, además, los funerales, velatorios, exequias y réquiems correspondientes, a la OCB, a las legiones paralingüísticas del Bloc o a cualquier otra cuadrilla, puntualmente instruida y subvencionada, para tan macabro menester. El socialismo de Armengol –y el del PSIB, por lo visto- es ya cualquier cosa, menos internacional.

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