Hago clic en el botón adecuado y el programa que me acabo de
agenciar en la Tienda de mi flamante Windows 8 -un lector gratuito de noticias,
uno entre otros muchos que sirven para lo mismo- me descarga algo así como unas
cuarenta mil entradas, con sus correspondientes vídeos, fotografías, enlaces de
referencia, añadidos publicitarios y hasta una nutrida muestra, casi infinita,
de las opiniones de quienes gustan de decir la suya y avivar así, si no el
mundo en sí mismo, sí, quizá, la llama olímpica de su discurso.
Sé que ese discurso, pese a todo, es el que acaba
confirmándonos que la vida sigue su curso, que remonta o se hunde, pero también
que lucha y hasta patalea. La vida. Y eso es lo que parece motivarnos a
participar, con la misma fe, en un tema que nos resulte familiar (el metro a la
UIB y su nuevo y acertado horario a partir de mañana, por ejemplo) o del todo
ajeno (acaso las galerías inundadas y hasta navegables en barcas de plástico,
de la línea 2 del metro de Valencia a su paso por Ruzafa). Cosas veredes.
Pero a lo que iba. Hoy se acaba el año, pero no el discurso;
y en ese baile cíclico de fechas se irán repitiendo las estaciones y tendremos
días agitados y días tranquilos. Instantes de celo y también de desgana, de
lánguida espera en los andenes vacíos. Súbanse a ese tren con calma y, sobre
todo, sin miedo.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home