De sobres y dineros
La Telaraña en El Mundo.
Es en esos encuentros, tortuosos y fugaces, donde todos
acabamos descubriendo que la clave secreta, si no de nuestros ahorros, sí de
nuestra vida, es exactamente la misma. Quizá una combinación azarosa de errores
y aciertos. O una sucesión de golpes que no supimos esquivar ni encajar. Ambas
cosas o ninguna, porque sobre la lona -más postrados, incluso, que la mujer
cargada de años con que abría estas líneas- todos parecemos iguales, sin serlo.
En efecto. De un lado, está la atónita ciudadanía (entre la
que no cabe afiliarse, porque la dignidad siempre fue muy individualista) y,
del otro, los políticos que se reparten los mugrientos sobres blancos del
dinero negro. Del dinero que falta, por cierto, en los cajeros convertidos en
albergues en mitad del frío y la noche.
Puede que sea un chiste, pero no lo creo. Me envían la
fotografía de una anciana arrodillada ante un cajero automático. No sé si le
está rezando a algún dios menor y rácano o si, tan sólo, ha caído rendida de
rabia o impotencia, porque las teclas del artefacto no responden a sus deseos.
No siempre es fácil utilizar los cajeros y, menos aún, de noche. Cuando no
están cerrados a cal y canto, sucede que a su alrededor se arremolinan los
mendigos; y no resulta agradable, ni tampoco justo, interrumpir su sueño con el
ruidoso tintineo de esa suerte de tragaperras.
Etiquetas: Artículos
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