Hay dos cosas, al menos, de Bauzá que ignoro. La primera es sobre su farmacia. No sé si la
tiene abierta en su propio despacho oficial, como insinúan Armengol, Barceló y los otros inquisidores (y cómplices) de la oposición o si en alguna
encrucijada virtual de casi todos los caminos. La segunda es sobre su equipo de
gobierno. No sé dónde está ni, sobre todo, hacia dónde va. Y eso sí que es
grave, porque si le pregunto a Rafael
Bosch es posible que acabe, aún, más confundido de lo que ya lo estoy.
Mucho, en efecto.
Con todo, les aseguro que no he perdido ni un minuto en
ojear las afinadísimas declaraciones del IRPF de Bauzá y demás transparencias forzosas y seguro que forzadas. A la fuerza
ahorcan, debieron pensar al entregar sus íntimas radiografías a la vorágine de
las redes sociales y, vista su sentencia, también a los jueces. Pero todo a su
tiempo.
Será, tal vez, que los ciudadanos de a pie hemos tenido que
aceptar, paso a paso y día a día, que vivimos, de hecho, al margen de las leyes
menores y, sobre todo, de la prolija Ley de Incompatibilidades, porque la única
ley que nos atañe es la dictada por el sentido común y la lógica, o lo que más
se le parezca, y no por esa burocracia etérea que igual construye una colmena
de ordenanzas que un palomar de códigos cifrados. En ambos hemos vivido. O
vivimos. Y como si nada, oigan.
Etiquetas: Artículos
1 Comments:
Aún no la he visto, pero no sé por qué algo me dice que lo que voy a ver tendrá muy poco de verdad, ¿no?
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