«Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta
la muerte tu derecho a decirlo». La frase, que resulta tan bella como, quizá,
simbólica -y que ilustra las directrices básicas de la honestidad y de la
decencia intelectual- es de Evelyn
Beatrice Hall pero, como la incluyó en su célebre biografía sobre Voltaire, suele ser a este último a
quien se la atribuyen. Craso error. O no.
Porque no deja de ser curioso -y hasta revelador- que una opinión
ajena pueda acabar definiéndonos mejor aún, incluso, que nuestras propias
palabras. Eso en el supuesto de que las palabras tengan algún dueño, que lo
ignoro. Lo que sí tienen las palabras -y los hechos así parecen demostrarlo-
son censores con un linaje tan llamativo como retórico y fuera de lugar: la
Organització Socialista d’Alliberament Nacional. O Endavant-OSAN, para
entendernos.
Resulta que esta buena gente -es un por decir- ha
conseguido, con amenazas, que no se presentara en una librería de Palma el
primer número de «Toc-Toc Balears», a cargo de la Fundación Nacional Círculo
Balear. Pues vale. Ni sé de qué va la revista ni, tampoco, me importa. Pero lo
que no es de recibo es que unos pocos reediten el papel incendiario del bombero
Montag en «Fahrenheit 451». Pues no.
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