Podemos ser todo lo escépticos que queramos. Y lo somos, sin
duda. Podemos observar el universo como si se tratara de un espectáculo
organizado por no sabemos qué secreta o, quizá, incognoscible compañía. Lo es,
aunque en el intermedio, cuando cae el telón y el escenario se evapora, nos
tengamos que enfrentar a la verdad intolerable de sabernos unos simples
figurantes, unos extras sin más obligación contractual (pero íntima) que
prolongar nuestra presencia entre los bastidores donde ocurre la vida y se
celebra, también, su finiquito.
O el nuestro. Ese ERE diario y repetido. Tan eterno (y
efímero) como el humo blanco sobre Roma. Buenos Aires. O Palma. El mundo es esa
niebla.
Podemos, pues, dejarnos llevar tanto por el artificio
púrpura y solemne del rito, como por el de las sogas enlazadas de cualquier
bandera, ideología o conjura. Tanto da, porque nada se sostiene por sí mismo,
porque todo es simbólico y arquetípico, aunque su trasfondo nos acabe revelando,
si tenemos esa suerte, que el único sentido cierto de la existencia es seguir
buscándole sentido, como si creyéramos, y con firmeza, que lo tiene. Pero no sé
yo. O sí. Yo sí creo que lo tiene, pero para qué hablar de lo que no puede ser
explicado. Con sonreír, basta.
2 Comments:
Simples figurantes, menesterosos remedos, siempre la imitación.
¿Pero de Qué?.
A mi también me sale siempre el "SIGA BUSCANDO".
:-)
Sigamos buscando, pues...
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