Refutación de la momia
La Telaraña en El Mundo.
Vale, de hecho, para todos y cada uno de nosotros, si no
somos capaces de asumir que el polvo que seremos ya cubre, y además con creces,
no sólo el espectro entero de lo real, sino también el de nuestros deseos.
Hasta los frustrados, por supuesto.
Con todo, parece que la vida, convenciones sociales al
margen, tiene sus propias reglas, su íntimo, hermético e imparable mecanismo de
relojería y que, según envejecemos, cierta dosis de realismo -que no de
resignación- va adueñándose, poco a poco, de nosotros. No se trata, sin
embargo, de ir desprendiéndose alegremente de los ideales que nos hicieron
vibrar -y que nos hicieron mejores-, sino de intentar preservarlos, no como
momias disecadas ni como objetivos a revivir, sino como puntos de referencia,
como coordenadas éticas que nos permitirán reinterpretar el mundo a cada
instante y hasta situarnos en él. O en sus afueras.
Resulta repugnante mantener la indignidad embalsamada, como
si el telón del tiempo y la muerte no hubiera dejado caer su definitivo manto
de plomo sobre el cadáver exquisito que ya fuimos. O quisimos haber sido. O que
otros quisieron por nosotros. La tesis vale, por extensión, para Chávez igual que para Lenin, Eva Perón, Ho Chi Minh, Kim Jong-il o la pléyade de faraones
egipcios -cada cual con su particular maldición a cuestas- que en la Historia
han sido.
Etiquetas: Artículos
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