Twitter amaneció en todos los peldaños de la ruinosa
escalera que une la calle Olmos con la Plaza de los Patines. Me gustó, sin
embargo, pisotear ese territorio marcado, ese orín reseco y cano, ese lema, #aquiparlemcatala,
que reincidía en vincular geografía y lengua, como si hablaran las piedras, tan
cosmopolitas, y no nosotros, tan provincianos. Pero quizá sea así y, por eso, a
las piedras se las entiende tan bien aunque no digan nada. ¿Para qué molestarse
en discurrir si sale más a cuenta la perversión silenciosa, la invasión
larvada, el adoctrinamiento desde la infancia, la política lasciva de los
hechos consumados?
Hoy estrena rector, la UIB. A Llorenç Huguet, pues, habrá
que preguntarle ahora por los tendenciosos cursos preparatorios con que se evalúa
a los bachilleres que están a punto de ascender a las aulas más solemnes de esa
grotesca escala educativa donde no cuenta el conocimiento crítico para con todo
y todos, sino la sumisión a los postulados de un nacionalismo que cada vez se parece
más al que arrasó Europa durante el interminable siglo pasado. No hace tanto
tiempo de eso.
Mientras tanto, nos queda seguir con cierta atención y no
poco altruismo, la estéril búsqueda del dinero que UM se llevó donde sí se
sabe, pero no se encuentra. En vez de ocuparse del armario, cofre o ataúd que
tiene Munar como caja fuerte, quizá
sería más idóneo ir hurgando en las conciencias de todos sus cómplices, desde Matas hasta Antich, sin olvidar a Armengol,
Barceló o a los senderistas iluminados
de la OCB, por ejemplo.
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