Puesto, sin remisión, a dejar de fumar, uno deja de fumar
como si en ese feroz abandono un temblor antiguo le agitase el alma con muy
malos modos. El mono gramático agita la pluma en el tintero y a los conceptos
les empiezan a fallar las costuras y hasta los sietes.
Es hora, pues, de hacer inventario y de asirle a la memoria
alguna remota humareda. ¿Cómo y cuándo empezó todo? Puede que uno empezara a
fumar inocentemente, por curiosidad, inconciencia o estupidez. Pero todo es
discutible (o al menos hay gente que gusta discutirlo todo) y, entonces,
también puede que todo comenzara por el mismo azar o inercia con que uno, un mal
día, se levanta y se pide una revolución completa o una independencia de lo más
apañada y lingüística y a la carta; al mono gramático le va la marcha y también
el astracán, porque las hormonas son muy suyas y todos bailamos al son que
marcan y hoy se es muy joven y mañana menos, pero el humo del cigarrillo no nos
fallará nunca, ni en la antesala del deseo ni en la hora posterior de su
gloriosa consumación o decadencia. Tras el cigarrillo de antes y el de después
siempre se nos queda gravitando, estática, la misma nube oscura, la misma
alquimia tras la que no podemos evitar escondernos a la vez que fingimos reconcentrarnos.
Pero miro alrededor y reparo, con sorpresa, que estoy en un
bar y que la gente está fumando. ¡Ah, la bendita normalidad del pasado! Estoy
en Viena escribiendo estas líneas mientras las ruinas del Imperio me sonríen
con sus dientes sin mancha de alquitrán ni de nostalgia.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Bien es sabido que lo mejor para erradicar un vicio es sustituirlo por otro, te lo dice una enganchada a las pipas de girasol, saludos.
Dejar un vicio es cuestión de voluntad, ponerle ganas, o como dice Sonja reemplazarlo con otra cosa a ser posible inofensiva.
Por dejar de fumar
Saludos
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