LA TELARAÑA: Desmitificación de la marea

martes, octubre 1

Desmitificación de la marea


La Telaraña en El Mundo.
 
 Tiene su miga, su aquél y hasta su qué sé yo, llegar a Palma, agotado y feliz tras una semanita en la más que limpia, limpísima y hasta cristalina, ciudad de Bilbao y darse de bruces con la marea verde de unas cien mil personas -una bonita y, desde luego, llamativa minoría- inundando definitivamente el aire de todos con el revuelo de las pancartas y de las banderas, el ritmo marcial y redundante de las consignas y el estruendo ripioso y coral de los eslóganes: la urbe transida, en fin, por una frívola algarabía sin más consistencia que la inercia espumosa del hervor dominical o la terne resaca del desbarre ideológico.
 Pero analizar con cierto rigor el movimiento compulsivo de las mareas, como hacerlo con los efectos colaterales del temblor sudoroso de las fiebres colectivas, esa especie de paludismo de origen infeccioso pero desconocido, no es precisamente una labor fácil. Al contrario. Hay que saber acogerse a la coyuntura incomprensible de las metáforas y los símiles. Hay que saber dejarse arrastrar por el desmitificador tobogán de las comparaciones.
 Viene a ser, pues, algo así como entrar en el Museo Guggenheim, tras haber dado una docena larga de vueltas por sus espectaculares y cuidadísimos exteriores. La incredulidad, la sorpresa y la admiración inicial acaban dando paso a una revelación triste y quizá desencantada: el exceso y el derroche de tanto continente para tan poco contenido. Pues con las mareas humanas y verdes y no sé si de docentes pasa, más o menos, lo mismo. Nada serio, grave o irreparable.
 

 

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