LA TELARAÑA: Recuperando a Camus

viernes, noviembre 8

Recuperando a Camus


La Telaraña en El Mundo.
 
 Está la actualidad, con sus agrios flecos de sumisión y secesión, de gobierno abusivo y de oposición absolutamente barriobajera e intolerable, revoloteando en el aire de todos, que también es el mío. O eso creo, pese a la fatiga. Me invade, además, cierta nostalgia indescifrable, cierta somnolencia esencial, cierto cansancio, ya lo dije, sin más síntomas reseñables que el aislamiento voluntario y la inercia tranquila y acaso insensata de los días. La carrera de fondo por las angostas vías circulares del conocimiento, la estampida en dirección opuesta al gentío, el abrazo desigual o el aplastamiento inevitable y lógico de los sentidos. El absurdo como vía de escape y vía muerta. Como lugar de tránsito, eternamente.
 Me demoro, pues, en Albert Camus porque, mientras escribo estas líneas, todas las alarmas digitales del universo me avisan, redundantes, de que se cumplen cien años de su nacimiento. Un siglo que supera los límites físicos de una vida pero que no acaba de asumir las galeradas de su obra. Cosas que pasan, incluso en Francia.
 Pero yo no sé cuándo nace un hombre. No sé si la biografía personal corre a la par que el tiempo. No sé si el rostro primero y el último son el mismo o son otro. No sé si yo soy, ahora, el mismo que leyó, hace décadas, «El Extranjero» o «La Peste». No sé si le estoy rindiendo homenaje al más grande hijo de menorquina que acude a mi memoria o si lo utilizo como simple pretexto para reconocerme, al fin, entre la niebla y el grisú, las banderías, el absurdo del que huyo absurdamente.

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